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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Pirómanos urbanos

El día 5 de agosto de 2003, a las ocho de la mañana, me llamó la Policía Local de Sevilla preguntándome si el coche de tal matrícula era de mi propiedad; contesté que sí y el agente me dijo que mi coche había sido robado y, posteriormente, abandonado y quemado en la zona de Pino Montano, y que me pasara por la Comisaría de la Cartuja para hacer la denuncia de lo que había ocurrido. En el transcurso de los trámites hice un comentario en el sentido de entender que robaran el coche para divertirse, pero que no comprendía la razón del desenlace final de quemar el coche. El policía me dijo: "Mire usted, en las películas antiguas, cuando un delincuente robaba un coche, al abandonarlo, sacaba un pañuelo y limpiaba los lugares en los que pudieran haber quedado huellas. Hoy, en las películas o dibujos animados, los coches abandonados por los delincuentes, en muchas ocasiones, son quemados. Las huellas quedan totalmente destruidas". Sin comentarios.

El día 20 de octubre de 2003, una moto robada (en el tiempo que pasó desde el inicio del fuego hasta el final del mismo, y en los días siguientes, nadie ha reclamado ser su dueño) fue quemada en los soportales del bloque C de San Estanislao (avenida de Kansas City), donde vivo con mi familia. La rápida intervención de Quique, bombero residente en el bloque, hizo que el fuego fuese extinguido antes de que llegaran los bomberos y que el bloque no sufriera graves daños, aunque la moto quedó carbonizada.

El 23 de octubre de 2003, sólo tres días después del fuego de la moto, arde un contenedor de papel a 30 metros del mismo bloque.

Estos tres sucesos, que nos han afectado a mi familia y los dos últimos a todos los vecinos del bloque, han acaecido en el transcurso de poco más de dos meses. El de la moto pudo provocar una catástrofe, pues en el bloque vivimos 80 familias.

Ahora es necesario que nos preguntemos cuáles son los motivos que pueden mover a estas personas a realizar este tipo de actos, que pueden producir víctimas o, en el mejor de los casos, importantes daños materiales. ¿Qué frustraciones, sentimientos de odio o deseos de venganza llevan a algunas personas a la realización de actos que en el fondo son hacer el mal por el mal? ¿Qué está ocurriendo en el mundo -incluido nuestro país- para que una ola de inconformismo se esté apoderando de él? Todos, ciudadanos y autoridades, tenemos la obligación de interrogarnos sobre este grave problema y tratar de encontrar respuestas.

Pero, como queda patente más arriba, en nuestra ciudad existe ese componente de violencia y aunque no podamos decir que la misma sea un problema exclusivo de Sevilla, lo cierto es que las personas que vivimos en ella lo sufrimos, por tanto tenemos derecho a demandar de nuestras autoridades locales -pero también autonómicas y nacionales- que traten de hacer de nuestras ciudades lugares de convivencia para todos.

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