Manda la pobreza
Los vientos de cambio que soplan en Latinoamérica han propiciado una cumbre iberoamericana en Santa Cruz de la Sierra centrada en la lucha contra la pobreza y la exclusión social. Aldabonazos recientes como el boliviano -cuyo nuevo presidente tiene un pie en el cónclave gubernamental y otro en el alternativo impulsado por el líder cocalero Evo Morales-, o antes en Ecuador, subrayan la incapacidad de numerosos Gobiernos para atender demandas elementales de sus ciudadanos, singularmente de los pueblos indígenas, de gran importancia en muchos países de la región, de Brasil a Guatemala, pasando por Perú o México.
Una marea de frustración recorre Iberoamérica después de cinco años de escaso o nulo crecimiento económico, y pone en cuestión la capacidad de algunas de sus democracias formales, generalmente minadas por la corrupción, para fructificar en progreso social tangible. El extendido
descontento ha hecho de trampolín para la llegada al poder de dirigentes como los de Brasil o Argentina; ha apuntalado a otros, como el venezolano Chávez, y puesto en fuga a alguno, como Sánchez de Lozada, en Bolivia, país anfitrión de la cumbre en cuya ayuda acudirán los reunidos en Santa Cruz para apagar la hoguera todavía encendida.
Éste es el tejido social básico de la cita inaugurada ayer en presencia de Kofi Annan. Al margen quedan las tan bien intencionadas como generalmente incumplidas declaraciones formales o el anecdotario sobre la nueva ausencia de Fidel Castro, tercera consecutiva. Cuba obtendrá en la reunión el apoyo de los países del subcontinente en su inequívoca condena al acoso de Estados Unidos a la isla caribeña.
España, vista en otro tiempo como mediadora entre intereses contrapuestos, afronta la reunión con el pie cambiado. En buena parte porque la receta única de Aznar para la zona -privatizaciones y liberalización económica- casa poco con la crítica realidad de más de un 40% de pobres absolutos después de una década de neoliberalismo. Pero también porque el creciente y ostensible desapego latinoamericano por Estados Unidos chirría con el estrecho acercamiento entre Madrid y Washington y su manifestación más aparatosa, la guerra de Irak. El Gobierno, que aspira a traerse a Madrid la secretaría permanente de unas cumbres progresivamente devaluadas, es portavoz en Bolivia de unas políticas que la mayoría no comparte.
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