"Marruecos está desbordado ante el auge de la emigración"
Cuando se incrementa el número de pateras, repletas de marroquíes y de subsaharianos, que cruzan el Estrecho o el Atlántico, es porque Rabat mira para otro lado, según se da a entender desde el Gobierno español.
Pregunta. ¿Está fundada esta acusación?
Respuesta. Las autoridades marroquíes no tienen un grifo, del que manan emigrantes, que abren y cierran en función de los altibajos de su relación con España y de las reivindicaciones que formulan ante Europa. El año pasado sus fuerzas de seguridad detuvieron a casi 30.000 candidatos a la emigración clandestina, mitad marroquíes mitad de otros países. Además de su frontera terrestre -España apenas tiene que vigilar la suya-, Marruecos tiene que controlar 3.500 kilómetros de costas. Créame, Rabat dispone de pocos medios y está desbordado ante un fenómeno en auge. Desde España se hace mucho ruido con pocos motivos. En España hay todavía pocos inmigrantes, si se compara con sus vecinos de la UE, y la economía española ha sacado buen provecho de los clandestinos.
"Dentro de 20 años, África subsahariana será un polvorín humano y sus habitantes se escaparán a Europa por cualquiera de los orificios del continente"
"Las clases medias están en Marruecos cada vez más tentadas por la inmigración porque temen al integrismo. Por eso urge una liberalización política"
"Me hace gracia escuchar a Ana Palacio decir que España no tiene contenciosos con Argelia sobre inmigración. ¿Por dónde cree que pasan los subsaharianos?"
"Cerca de 45.000 marroquíes emigran clandestinamente al año, a los que hay que añadir los que lo hacen con visado de turista, reagrupación familiar, etcétera"
P. La natalidad empieza a disminuir en Marruecos. ¿Caerá, por tanto, la emigración?
R. No a corto ni medio plazo. Hay hasta 45.000 marroquíes que emigran clandestinamente cada año -a través del Estrecho, de Túnez, de Turquía, etcétera-, a los que hay que añadir los que lo hacen por reagrupamiento familiar, o con un visado de turista, y se quedan en el país que visitan, o los diplomados que se marchan con contratos de trabajo. Pero, además, la fiebre migratoria está afectando ahora a las clases medias. Temen el auge del integrismo, opinan que las autoridades llevan a cabo políticas que no conducen a ninguna parte, etcétera. Por eso es urgente fomentar una auténtica liberalización política. Es importante que los marroquíes se sientan cómodos en su propio país.
P. Nos habla de la apertura, pero ni siquiera la política económica consigue acercar Marruecos a Europa.
R. Es verdad. La política económica no crea los empleos ni la riqueza necesarias. Es, en parte, culpa de Marruecos, que no ha hecho los deberes en materia de reformas estructurales, de aggionamento de la justicia, de facilidades para la inversión, etcétera. Pero es también culpa de Europa y de Occidente en general, que sigue siendo proteccionista en los sectores en los que el Sur mejor podría competir. La conferencia de la Organización Mundial de Comercio de Cancún fracasó. Para ayudar con subvenciones a 40.000 agricultores norteamericanos, el presidente Bush va a arruinar a 10 millones de campesinos africanos.
P. ¿Cómo explica que cada vez lleguen más menores marroquíes a España?
R. Por la incapacidad de las familias pobres para controlar a sus hijos. Dejan de ir a la escuela -el colegio público es gratuito, pero los padres carecen de recursos para pagar el material escolar- y acaban educándose en la calle. Están tan hacinados en sus casas que la vía pública es su lugar de esparcimiento. Los críos trapichean y se constituyen un botín con el que pagar la travesía o los padres se la costean. Los traficantes les hacen una rebaja. Los menores pagan unos 4.000 dirhams (380 euros) para cruzar el Estrecho. Para las familias, colocar un hijo en España es tener que alimentar una boca menos y hacer una inversión. El crío recibirá algo de formación en el centro de menores, aprenderá un idioma, y, con un poco de suerte, ganará un dinerillo y será regularizado.
P. El Gobierno español reprocha también al marroquí no readmitir a los subsaharianos que zarpan de las costas de Marruecos y desembarcan en Andalucía o Canarias.
R. No hay ninguna prueba que demuestre que salieron de la costa marroquí, aunque, en el fondo, todo el mundo sabe que así fue. Me hace gracia escuchar a Ana Palacio [ministra de Asuntos Exteriores española] decir que, a diferencia de Marruecos, España no tiene ningún contencioso con Argelia sobre inmigración. ¡Con Argelia España vive una luna de miel! Pero, ¿de dónde se cree la señora ministra que salen los subsaharianos que llegan a España? El 95% han transitado por Argelia. Que se dé una vuelta por Tamanrasset [la ciudad a la entrada del desierto argelino] y vea con sus ojos la cantidad de subsaharianos que trabajan allí un tiempo, en condiciones penosas, hasta ahorrar lo suficiente como para proseguir el viaje. Pasan la frontera marroquí de noche a escondidas. Marruecos no tiene medios para repatriar a sus países de origen a los subsaharianos que España quiere devolverle.
P. ¿No podría imponer Rabat un visado a los africanos que entran por el aeropuerto de Casablanca con el propósito de subirse a una patera?
R. Primero, los que recurren a esa vía son una minoría en relación con los que entran en Marruecos desde Argelia. Segundo, someterles al visado podría indisponer a los Gobiernos de los 43 países africanos que gozan de exención. Mientras perdure el conflicto del Sáhara, Rabat no puede permitirse perder ni un solo apoyo diplomático en África.
P. En resumen, no hay solución bilateral a la inmigración clandestina.
R. Desde luego, Marruecos o España no tienen, por separado, ni juntos, la llave de la inmigración ilegal. Ni España, con el Servicio Integral de Vigilancia del Estrecho, va a impedir que sigan zarpando pateras; ni Marruecos va convertirse, como sueñan los españoles, en el gendarme de Europa en África. Sólo una negociación multilateral, con la participación de la Unión Europea, del Magreb y de los principales países emisores de África subsahariana, podría llegar a encauzar el fenómeno combinando medidas de seguridad, ayuda al desarrollo, apertura de mercados, inversión generadora de empleos, etcétera.
P. ¿Sólo encauzar, sin llegar a resolver?
R. Por ahora, unos 80.000 subsaharianos llegan cada año al Magreb, sobre todo a Libia, donde les resulta más fácil hacer chapuzas, con la intención de dar el salto a Europa. Algunos lo hacen desde Libia o Túnez, pero la mayoría desde Marruecos. La población de África subsahariana ronda ahora los 800 millones de habitantes, pero dentro de 20 años oscilará entre los 1.300 y los 1.500 millones. Buena parte de ellos habrán tomado conciencia de la globalización, de que en otros lugares hay oportunidades de prosperar. Incapaz de mejorar el nivel de vida de sus habitantes, el subcontinente será un polvorín humano del que se escaparán los emigrantes por cualquier orificio. Algunos cínicos vaticinan que el sida diezmará a su población y atenuará el problema. Se equivocan en sus cálculos. Aunque el avance de la enfermedad es dramático -en 20 años pasará de 32 a 100 millones de afectados-, su impacto sobre los flujos migratorios es marginal.
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