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Entrevista:PABLO PUMARES | EL DEBATE DE LA INMIGRACIÓN

"Rabat está interesado en que una parte de su población se marche"

A Marruecos se le reprocha desde España remolonear a la hora de controlar sus fronteras.

Pregunta. ¿Está fundada la queja?

Respuesta. A diferencia de España, para Marruecos ésta es una cuestión secundaria. Llevar a cabo un control exhaustivo requiere enormes medios de los que carece. Ha solicitado ayuda material y técnica a Europa. No creo que proporcionándosela mejore mucho el control. Hay una falta de voluntad política porque la emigración clandestina no es una prioridad. La emigración seguirá, por tanto, siendo utilizada como moneda de cambio en las múltiples negociaciones de Rabat con Madrid.

P. ¿Alienta Rabat la emigración?

R. Digamos que está interesado en que una parte de su población, la menos instruida, se marche. No así los jóvenes informáticos o ingenieros que también emigran. Para Marruecos, las remesas de los emigrantes son su principal fuente legal de divisas. Rabat confía también en que la emigración se convierta en un vector de su propio desarrollo. Además de mandar dinero a la familia incentiva la construcción comprándose pisos, y, a veces, monta pequeños negocios. Pero no suele hacer inversiones productivas. El reto es conseguir que recuperen la confianza, que por ahora no tienen, en el desarrollo del país.

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P. ¿Cómo se podría desde el Norte animar a los marroquíes a permanecer en su tierra?

R. A corto plazo, nada. A medio, lo que quizá tendría un impacto rápido: liberalizar las exportaciones agrícolas a la Unión Europea. Cerca del 40% de la población activa marroquí trabaja aún en el campo. Esto supondría un problema para algunas provincias españolas que venden los mismos productos. En octubre, la Comisión Europea y Rabat dieron un paso en este sentido, pero aún queda mucho trecho por recorrer. Las exportaciones de tomates marroquíes sólo representan el 4% de las ventas españolas a Europa de esa hortaliza.

P. ¿La caída del crecimiento demográfico en Marruecos puede frenar la emigración?

R. En unos años empezará a bajar la presión demográfica -la natalidad está cayendo-, pero el país no crea aún suficiente riqueza como para ofrecer un panorama atractivo a sus ciudadanos. Emigrar se ha convertido en una obsesión dentro del imaginario colectivo. Esto dificulta que se frene.

P. Detrás de Marruecos está el Sahel y el África subsahariana.

R. Por ahora su emigración representa un volumen reducido comparada con otras regiones, pero tiene un elevado potencial de crecimiento. Los habitantes de esa parte del continente tienen menos recursos, menos redes sociales en España y menos información, y su imaginación recibe menos estímulos porque ven menos la televisión vía satélite que los magrebíes. Pero esto irá cambiando con el tiempo. A los subsaharianos les resulta además más difícil colarse en el flujo turístico. Seguirán llegando en patera.

P. España va a ser, por tanto, durante largo tiempo un país receptor de inmigrantes.

R. Sí, y por dos razones. Primero, la creciente presión migratoria del Sur, a la que cada vez se suman nuevos países. Segundo, la necesidad de trabajadores para desempeñar determinados empleos. Ambas hacen que el fenómeno sea irreversible. Urge mentalizar a la sociedad para que acepte convertirse en un país multiétnico y multicultural y se establezcan las mejores condiciones para la convivencia. La inmigración genera algunos problemas, pero resuelve otros muchos.

P. Para el Gobierno español la inmigración irregular sí es una prioridad, sobre todo cuando llegan en patera.

R. Sí, pero a lo largo de estos años el Gobierno ha creado una alarma social innecesaria. Lo terrible de la patera es que la gente muere en la travesía, pero los que recurren a esa vía son una ínfima minoría comparados con los que se cuelan por los aeropuertos. En relación a la inmigración se está dejando correr el miedo a la delincuencia y a la invasión, presentándola como una avalancha incontenible. Desde el miedo se culpabiliza al otro de todos los conflictos, y se propician actitudes agresivas, que no se atajan con decisión. Casi se favorecen los arranques de ira popular contra el inmigrante. Estas agresiones se saldan sin apenas detenciones generando indefensión.

P. Más allá de la vigilancia del Estrecho y del Atlántico, ¿qué debe hacer el Gobierno español para desincentivar la inmigración clandestina?

R. Para recortarla habría que crear canales amplios para la inmigración legal, y, en paralelo, intensificar la presión sobre el trabajo informal.

P. ¿Puede el mercado laboral absorber a muchos más?

R. La gestión administrativa de la ola migratoria da la sensación de estar siempre desbordada. Los retrasos en los permisos, que rebasan los ocho meses, generan un desfase insuperable para sectores que requieren flexibilidad. Así se convierte al inmigrante en irregular, carente de derechos básicos. La complejidad de los trámites no sólo repercute en la calidad de vida del inmigrante, sino que desespera a las empresas. El mercado laboral formal podría absorber a unos 600.000 inmigrantes en los tres próximos años, los mismos que asimiló desde 2000 a través de las regularizaciones. Hay más hueco en el mercado que el que fijan los contingentes. Las previsiones apuntan a que en el futuro harán falta todavía más trabajadores extranjeros.

Pablo Pumares
Pablo Pumares

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