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Blair y Brown se enfrentan abiertamente por el liderazgo del Partido Laborista

El primer ministro británico veta al ministro de Hacienda en la ejecutiva de la formación

El nuevo líder conservador, Michael Howard, ha tenido un inesperado regalo de bienvenida desde las filas laboristas: el primer ministro, Tony Blair, y el ministro del Tesoro, Gordon Brown, apenas pueden ocultar ya sus diferencias. Aún más: Brown ya no se esfuerza por desmentir los rumores de querellas e incluso los azuza. Los dos antiguos amigos y siempre rivales cenaron juntos el jueves en Downing Street en una reedición de su famoso pacto en el restaurante Granita en 1994, cuando Brown aceptó que fuera Blair el nuevo líder laborista.

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El distanciamiento entre los dos forjadores del nuevo laborismo ha ido creciendo desde que Gordon Brown se ha dado cuenta de que Tony Blair no tiene ninguna intención de jubilarse y cederle a él la residencia del primer ministro como en teoría pactaron en el Granita. La ruptura entre los dos amigos, tantas veces negada, se escenificó como nunca en septiembre pasado, durante el congreso anual del Partido Laborista. Brown aprovechó la debilidad que padecía entonces Blair por la crisis de Irak y el caso Kelly para reivindicar el viejo laborismo y postularse indirectamente como sucesor del primer ministro. Nunca hasta entonces había retado Brown a Blair con tanta claridad.

Esta semana, la prensa ha dado cuenta de nuevas querellas entre los dos hombres fuertes del laborismo. El diario The Guardian aseguró que Blair le ha negado por dos veces a Brown su petición de entrar en la ejecutiva del partido: primero, hace ahora un año, y, por segunda vez, en junio pasado. En otros tiempos, el canciller quizá se hubiera limitado a permitir que su gente filtrara la información. Esta vez la ha confirmado él personalmente en varias entrevistas. "Sí, es verdad", ha reconocido, "pero no es una decisión que me corresponda a mí, sino a Tony Blair, que es el líder del Partido Laborista, y tengo que aceptarla".

Los blairistas justifican la decisión del primer ministro en que sólo tiene potestad para nombrar a tres diputados en la ejecutiva, pero los seguidores de Brown consideran un absurdo que a un hombre de su peso político se le niegue el acceso a la dirección del partido. Para la ex ministra Barbara Roche, su ausencia es algo "extraño y mezquino". "Es ridículo que Brown no esté en la ejecutiva", afirma la dirigente laborista.

El retorno de Mandelson

Para el también ex ministro y figura del ala izquierda del partido Peter Kilfoyle, el trasfondo de esta querella se explica por el reciente retorno de Peter Mandelson al primer plano político como consejero de Blair. Brown nunca perdonó a Mandelson que en 1994 se inclinara de manera decisiva a favor de Blair para liderar el partido.

El distanciamiento entre las dos principales figuras del laborismo y del Gobierno se reflejó en la reunión del Gabinete del jueves pasado, cuando Brown sorprendió a sus colegas con una larga serie de objeciones de carácter financiero al proyecto de implantar el documento nacional de identidad (DNI) obligatorio. El resto de ministros cerró filas en torno al ministro del Interior, David Blunkett, y el proyecto se incluirá en el discurso de la reina a finales de mes, cuando la soberana lea el programa del Gobierno para los próximos 12 meses.

Downing Street ha calificado de "pamplinas" todos estos comentarios y ha desmentido también que el primer ministro y el canciller del Exchequer tengan diferencias acerca de las propuestas de fiscalidad contenidas en el proyecto de Constitución Europea. "La relación entre ambos sigue siendo uno de los grandes puntos fuertes de este Gobierno", asegura el portavoz de Blair.

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