Los 'amigos de la policía' toman las calles de Bagdad
El administrador estadounidense para Irak, Paul Bremer, cita como uno de sus logros la puesta en la calle de 100.000 policías en siete meses. Sin duda, los habitantes de Bagdad han empezado a notar un descenso en la delincuencia, pero el tráfico es cada día más caótico. Al cierre aleatorio de calles y puentes por razones de seguridad se suma el aumento descontrolado del número de vehículos. A falta de guardias urbanos suficientes, las autoridades han recurrido a una fórmula ingeniosa: los amigos de la policía.
Aquellos voluntarios que en los primeros momentos de caos salieron a regular el tráfico han encontrado así un trabajo provisional, mientras la policía municipal se dota de suficientes efectivos. "Reciben un sueldo, pero es un empleo temporal", precisa un oficial que supervisa su labor en la plaza Amar, justo delante de la Embajada de Alemania. Estos amigos de la policía están en muchos cruces, van vestidos de paisano y no llevan armas. Sólo se les distingue por una banda amarilla o azul cruzada sobre el pecho.
"Sí, en general la gente sigue nuestras instrucciones", asegura Ahmed en medio de un atasco monumental. Los semáforos no funcionan y los conductores se impacientan, con o sin guardias urbanos dirigiendo el tráfico. Enseguida, Mahmud logra parar a los coches que se incorporan desde la calle Karrada, y Ahmed puede dar paso a los que vienen del centro por Nidhal.
Sin aranceles
También las matrículas de los vehículos a los que intentan organizar son provisionales. Después de años en que el régimen de Sadam Husein controlaba férreamente las importaciones, la supresión de aranceles hasta fin de año ha reducido los precios de los coches un 30% y desatado una fiebre compradora, hasta el punto de que uno de los cambios más visibles de Irak tras la guerra es la renovación del parque automovilístico. "Teníamos dinero, pero Sadam no nos dejaba importar nada", asegura Abbás Hasan, un taxista que acaba de comprar un coche coreano. Desde Jordania y Emiratos Árabes llegan flotas enteras de vehículos que hasta ahora circulaban con sus matrículas originales.
"Hace dos o tres semanas empezaron a dar papeles", cuenta Husein Abdulhadi, orgulloso por disponer ya de la tarjeta de circulación. "Tuve que presentarme con el coche, el contrato de compra y el DNI, en la antigua estación de autobuses de Yenín", explica. "Comprobaron que el número de bastidor correspondía con el del contrato, apuntaron mis datos y me dieron la cartulina y las matrículas". Pero aún tendrá que volverlas a cambiar. Las placas son negras en lugar de blancas y en ellas se lee: Bagdad, provisional.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.