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Columna
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Indiferencia

¡Nos tienen que doler! No puede una sociedad que crea en su propio futuro ser tan indiferente. No nos podemos acostumbrar a tanto cadáver flotando en las aguas donde se ahogan los sueños. Vienen en una aventura a la desesperada, dramática; engañados de todo y por los que se lucran con la muerte, los que viven del despreciable negocio de traficar con seres humanos en trance fatal de absoluta inocencia. La inocencia les lleva al mar, a la esperanza, a la aventura con fecha de caducidad, tanto si logran llegar a la playa y burlar la vigilancia policial, como si naufragan antes de que lo haga su sueño en las calles de ciudades y pueblos que ni acogen, ni tienen nada que ofrecer. ¡Nos tienen que doler! No puede ser que nadie clame solución a la tragedia de recoger cadáveres en nuestras aguas o nuestras playas, como si tuviera que ser natural semejante espanto. Dicen que la de Rota, ha sido la mayor tragedia de la inmigración ocurrida nunca en España, y es cierto, pero en todo caso, no es más la continuación del drama que se nos hace costumbre, y es lo peor que les puede pasar a los que van a seguir persiguiendo un sueño, que no existe pero al que, sin embargo, tienen derecho.

Somos indiferentes, no nos duelen, no tomamos partido en este asunto. Está pasando ante nuestras narices, pero parece que no nos afecte demasiado porque si así fuera, estaríamos exigiendo un cambio de política, estaríamos reivindicando un gran acuerdo europeo sobre inmigración, más civilizado, más democrático, más generoso, más solidario y también más realista, porque no es realista solo poner trabas. Por mucho que se endurezcan las leyes, quienes sueñan vivir con esperanza, van a por ella, aun a costa de su vida, ya se está viendo. La llegada de inmigrantes en pateras puede que sea un problema, pero desde luego es un drama de vida o muerte en el que, está claro, gana la muerte. La política de altos vuelos que el asunto necesita, es posible que no esté en la intención de nadie, pero desde luego tardará más en llegar cuanto más nos acostumbremos al drama, cuando más tarde en producir dolor tanta muerte. Puede que incluso con voluntad política el acuerdo y el arreglo no sea fácil ni pueda ser rápido pero, desde luego, es seguro que nada cambiará, mientras no nos duelan esos muertos.¡Nos tienen que doler!

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