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Columna
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Juan Bravo

La frase pudo pronunciarla Juana la Loca desde su forzada residencia en el Torreón de Tordesillas. "Duermo tranquila porque sé que está Juan Bravo". Sin embargo, ningún cronista de la época recogió tal muestra de confianza de la reina de Castilla en aquel capitán comunero que defendió la legitimidad de su trono en la batalla de Villalar. No, quien ha dicho que duerme tranquilo gracias a Juan Bravo es el alcalde de Madrid. Aunque Alberto Ruiz-Gallardón sí parece que quiso darle a su afirmación un tono épico, es evidente que no se refería al noble segoviano que plantó cara a las tropas imperiales de Carlos V, sino a su concejal de Hacienda, que casualmente se llama así.

He de decir que casi todo lo que sé y casi todo lo que me cuentan sobre este señor con apellido de rancio abolengo es que es un tipo de fiar, lo que no es poco en los tiempos que corren. Les digo esto antes de advertirles que el señor Juan Bravo con su carita de bueno nos va a crujir a impuestos en los próximos años. Se trata de una subida realmente histórica en la que destaca el apretón que le meten al temido impuesto de bienes inmuebles, por el que los madrileños vamos a pagar una media de 34 euros más por recibo. Eso por tener casa. Por tener coche, es decir, por el impuesto de circulación, también habrá que aflojar en torno a un 11% más como término medio, aunque proporcionalmente le atornillan más al del Mercedes que al del Panda. Las tasas de aparcamiento, los polideportivos, el agua y hasta las entradas del Teatro Español, todo subirá el año que viene, y subirá bastante más que el IPC, lo que desde luego rompe el discurso general del PP a favor de la reducción o al menos congelación de impuestos.

Aunque es cierto que había un serio problema de calendario, el señor alcalde tendrá que reconocer que canta un poco el presentar unos presupuestos con semejante incremento impositivo justo al día siguiente de celebrarse las elecciones autonómicas y 24 horas antes de que el ministro de Hacienda de su mismo partido anuncie una rebaja en el IRPF. Alguien podría pensar que los del PP suben los impuestos donde ya han ganado las elecciones y los bajan a escala nacional porque quieren ganar las generales del próximo mes de marzo. Sea como fuere, lo que está claro es que Ruiz-Gallardón vuelve a dar síntomas ostensibles de ir por libre, en abierto contraste con Esperanza Aguirre, que el miércoles se manifestaba contraria a incrementar tributos.

Una vez concluida la carrera sucesoria y consciente de que el Ayuntamiento de Madrid será su refugio político durante una buena temporada, Ruiz-Gallardón ha decidido sacarle el mayor brillo posible a lo que tiene. Y para sacarle brillo a Madrid va a gastar dinero, mucho dinero, lo que sólo puede conseguir de dos formas: rascándonos el bolsillo o endeudándonos. Las dos le valen. Vamos a pagar más impuestos municipales y vamos a deber más dinero de lo que debíamos antes, así como el triple sobre los ingresos totales. De esta forma, el gobierno municipal podrá disponer de casi un 27% más de presupuesto del que dispuso Álvarez del Manzano, lo que a su vez le permitirá aumentar la inversión directa en un 60%. La parte del león de esa suma ingente de recursos irá destinada a financiar la obra estrella del proyecto Ruiz-Gallardon para la capital, la gran reforma de la M-30. Nos va a costar una auténtica pasta pero, realmente, es uno de esos planes en los que merece la pena empeñarse, porque le cambian la cara a una ciudad y se la cambian para bien.

Otra partida de las gordas será la destinada a pagar los 700 funcionarios que sustituirán a la Policía Municipal en las labores de tráfico. Es la forma de liberar agentes para destinarlos íntegramente a prevenir la delincuencia. Dirigiendo esa tarea está uno de los preferidos del alcalde, el concejal Pedro Calvo, que esta semana ha recibido en Nueva York clases de "tolerancia cero" en la lucha contra el crimen. Habrá más dinero también para la Concejalía de Servicios Sociales que dirige Ana Botella, quien, por cierto, puede sufrir una crisis por defender la subida de impuestos que Aznar ha criticado. El que algo quiere algo le cuesta, piensa Ruiz-Gallardón, y estas cosas cuestan. Los madrileños pagaremos por ellas una abultada factura que nos pasará Juan Bravo, el hombre que le permite al alcalde dormir tranquilo, el mismo que pronto nos quitará el sueño.

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