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Roma, Rimini y Nueva York, a los pies de Fellini

Exposiciones y retrospectivas recuerdan al cineasta italiano a los 10 años de su muerte

Hoy se cumple el décimo aniversario de la muerte de Federico Fellini. El mítico director falleció el 31 de octubre de 1993 en Roma a los 73 años. Para honrar su memoria, el Museo Guggenheim de Nueva York ha decidido desvelar una de sus facetas más desconocidas, la de dibujante. Los bocetos muestran un universo tan desmesurado como su creador. Fellini no sólo contaba sus fantasías en celuloide; las describía e ilustraba en papel, constantemente y a todas horas. La próxima semana, un museo en su ciudad natal de Rimini también recordará la obra y la figura del cineasta italiano. Y Roma celebra el programa-homenaje Romacord.

Las paredes de la pequeña sala que el Guggenheim de Nueva York ha dedicado al homenaje se han cubierto de mujeres. Mujeres descomunales, inmensas matronas de pechos envolventes y orondas caderas, ensoñaciones sonrientes, desmedidas y descaradamente eróticas. "Creo que el cine es como una mujer. El útero es el teatro, la oscuridad fetal y las apariciones, todo crea una relación en la que nos proyectamos", escribió Fellini.

"Nunca he escrito la palabra 'Fin' en la pantalla", declaró el cineasta
El Guggenheim de Nueva York muestra cómo se inspiraba en los acontecimientos de su vida

Su mundo también se componía de las caricaturas con las que primero se ganó la vida y de las entradas gratis que conseguía para entrar en el cine de su barrio; de los decorados, vestuarios y personajes de las películas que rodó, y de las que nunca hizo, como El viaje de G. Mastorna; de los sueños, que su analista, Ernest Bernhard, le aconsejó que dibujara, y de sus propios autorretratos.

Fellini era un dibujante compulsivo, incontinente. Dibujaba mientras hablaba por teléfono o pedía un café, al firmar autógrafos, al explicar a su equipo los detalles de un plano o cuando quería seducir. "Era realmente parte de su personalidad", explica Antonio Monda, uno de los comisarios de la exposición. "Estos bocetos ayudan a entender cómo concebía todo lo que le rodeaba, y en particular sus películas. Diez años después de su muerte, su legado sigue vivo en directores como Terry Gilliam o David Lynch, que no hubieran podido existir sin él".

La exposición del Guggenheim, que acompaña un ciclo de películas e incluye escenas inéditas de La dolce vita descubiertas recientemente, muestra cómo se inspiraba en los acontecimientos de su vida, reales o imaginarios, para construir su universo cinematográfico. "¿Qué significa eso de establecer un diálogo con los otros'? ¡Qué visión más pomposa de la creación! La única razón para expresarse y dar un testimonio sobre uno mismo es realizarse a través de lo que uno crea. Experimentar el deseo de crear es un estado patológico, una especie de enfermedad", explicó el director.

Federico Fellini nació el 20 de enero de 1920 en el seno de una familia burguesa. Realizó todo tipo de trabajos antes de dedicarse al cine. Escribió algunos guiones, fue aprendiendo el oficio, encontró a Giulietta Masina, la compañera de toda su vida, con la que se casó en 1943, y empezó a trabajar con Roberto Rossellini. Colaboró en Roma, ciudad abierta (1945); Païsa, l'amore, y más tarde en Europe 51.

"Cuando era joven fui a Cinecittá y vi a los directores filmando. Admiraba su poder, sus gritos y cómo hacían llorar a bellísimas actrices, aunque también los encontraba aburridos, vulgares y arrogantes", contó. "Entonces nunca pensé que podría ser director; me faltaban el temperamento, la voz, la autoridad, la arrogancia... Creía que sería un escritor, un pintor o, mejor incluso, un enviado especial. ¡Pero resultó que tenía todos esos defectos!".

En 1953, Los inútiles atrajo el interés de la crítica en el Festival de Venecia, pero fue La strada, un año más tarde, la que le dio el reconocimiento internacional y su primer Oscar. Le seguirían Las noches de Cabiria, La dolce vita, Ocho y medio, Amarcord, hasta La voce della luna en 1990, su último film.

El director nunca abandonó los excesos de su universo onírico. "Cualquier creador necesita estar en un tempo permanente", replicaba a los periodistas que comentaban sus películas. Tampoco renunció a contar las cosas a su manera.

"Me niego a los happy ends porque le quitan toda responsabilidad al espectador. Si termino con un punto de interrogación, el espectador debe encontrar un buen final a mi historia. En todas mis películas he sido fiel a estos puntos suspensivos como conclusión y nunca he escrito la palabra 'Fin' en la pantalla...".

Rimini, la ciudad de la costa adriática en la que nació, será la sede de un seminario que repasará su carrera.

También le dedicará un museo, que recogerá todo el material que su fundación ha conservado estos años.

En Roma, el Ayuntamiento ha organizado una serie de iniciativas que, bajo el lema Romacord, cuentan con el apoyo de numerosos personajes del mundo de la cultura y del cine, entre ellos Roberto Benigni, Giuseppe Tornatore, Francesco Rossi, Michelangelo Antonioni, Enzo Biagi y Lucio Dalla. "Queríamos recordarlo con un gran homenaje de sus amigos y de su ciudad, donde vivió más de cincuenta años", ha asegurado el alcalde de Roma, Walter Veltroni, quien también fue crítico de cine. La muestra titulada La Roma de Fellini puede visitarse desde el pasado 4 de octubre en el céntrico e imponente Centro Victoriano. "La exposición quiere recordar la importancia que tuvo Roma para Fellini", asegura Vincenzo Mollica, comisario de la muestra, crítico cinematográfico y amigo personal del cineasta, quien escogió más de 300 fotografías del cineasta desde que llegó a Roma en 1939. Además, en el Museo de Roma pueden verse 34 dibujos de mujeres realizados por el director de cine durante los últimos dos años de su vida.

Federico Fellini.
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