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Crítica:TEATRO | 'Sonámbulo'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los ángeles de Alberti

Uno de los mas grandes libros de poesía del siglo XX, que tanto dio, fue Sobre los ángeles, de Rafael Alberti, publicado en 1927. Algunos exégetas han divagado sobre quiénes fueron esos ángeles y aquella angustia: la pérdida de la fe, un amor ido sin consuelo posible, una variación metafísica. Y el encuentro con una libertad ya buscada en sus poemarios anteriores por la vanguardia: un surrealismo pleno. Juan Mayorga y Helena Pimienta se inclinan por el amor perdido, y la foto de la mujer que le dejó ocupa lugares dominantes en el escenario descabalado, donde destacan una máquina de escribir de la época, unos muebles fantasmales, unas trampillas hacia cualquier infierno; ese cuarto de estar y de escribir se irá descabalando a medida que avanza la representación; tal vez simbolice la destrucción del poeta.

Sonámbulo

De Juan Mayorga, a partir de Sobre los ángeles, de R. Alberti. Intérpretes: J. Tomé, P. Viyuela, J. Dauder, G. Weikert. Dirección: Helena Pimenta. Festival De Otoño. Teatro de La Abadía. Madrid.

En ese espacio, el joven Rafael se ve interpelado por unos personajes vestidos de negro, con sombrero hongo, en un momento con linternas en la cabeza: como copiados de Delvaux o de Magritte, mezclando así el tétrico surrealismo belga con el verbo luminoso del sur español (por esa época, Magritte estaba en Cadaqués, en casa de Dalí).

Pueden o no ser ángeles, concretamente los suyos; o sus demonios. Digamos que todo arte teatral que interprete algo antiguo es una especulación, y ésa es la que hacen los creadores de este espectáculo. Para los casi contemporáneos de Alberti, lo realmente trascendental son los versos originales del poeta, los poemas del libro que se dicen con mayor o menor fortuna. Como el tiempo cultural se ha ido enroscando sobre sí mismo, hoy siguen siendo adelantados, modernísimos.

Los actores hacen llegar bien la palabra; lo que logra la coreografía, la dramaturgia, la dirección (en la medida en que se supone que colabora) es una imaginería interesante, que se sigue con atención mientras se degustan los poemas. El primer día de las representaciones, la sala de La Abadía tenía un público con una gran mayoría de mujeres: gustaron de todo, y aplaudieron con fuerza.

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