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Reportaje:ELECCIONES EN CATALUÑA

El valor de la estabilidad política

El presidente José María Aznar recibió una despedida tibia de los empresarios catalanes

José María Aznar, un político de orden por antonomasia, es un hombre endreçat, que ha sido capaz de pulir el parqué de su partido antes de amueblar el escenario sucesorio. Pero cuando sólo hay orden y concierto, cuando las cosas se limitan a estar en su sitio, el aplauso es corto y frío. Así ocurrió en la conferencia de despedida del presidente del Gobierno ante industriales y financieros que acudieron anteayer a un almuerzo organizado por el diario norteamericano The Wall Street Journal con el patrocinio de Repsol.

En la mesa presidencial, compartieron mantel con Aznar dos de los suyos: el presidente de Repsol, el petrolero Alfonso Cortina, y su consejero delegado, Ramón Blanco, y junto a ellos, el presidente de Gas Natural, Antoni Brufau, al que tanta familiaridad debió de confundir cuando apenas han pasado unos meses desde que su OPA sobre Iberdrola fue frustrada por una alianza formada por quienes ayer se sentaron a la mesa con él.

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Algunos de los asistentes comentaban, un día después de celebrada la conferencia, que el presidente hizo gala de su conocido estilo severo. Y sólo convenció a los entregados: "Aznar recoge el fruto de ocho años de racionalidad en la política económica del Gobierno", afirmó Juan Rosell, el presidente de la patronal Fomento del Trabajo.

En su intervención ante los empresarios, el presidente del Gobierno manejó bien la estadística. Recordó que "en los últimos ocho años Cataluña ha crecido el 25% del PIB y ha creado 700.000 puestos de trabajo" e incluso echó mano de los últimos datos al señalar que "la ocupación en Cataluña marca el récord histórico de 2.892.900 personas empleadas y 87.500 nuevos puestos de trabajo en el último año". Aznar transitó con talento de lo general (España) a lo particular (Cataluña). Primero dijo que "entre 1995 y 2002 España fue el país que creó más empleo industrial del mundo" y después concretó: "Tres provincias catalanas están ya en el umbral del pleno empleo". Pero al derroche numérico del presidente le falló la inversión del Estado en infraestructuras, "el eslabón débil de la política del PP en Cataluña", a juicio de un alto cargo de una multinacional de la electrónica.

Aznar recordó que la Generalitat "gestiona un billón más que en 1996" y destacó que Cataluña disfruta de excelencia autonómica, siguiendo un argumento desarrollado en una reunión, celebrada antes del almuerzo, con miembros del Institut Catalunya Futur -que preside el candidato a la Generalitat Josep Piqué-, el brazo catalán de la Fundación de Análisis y Estudios Sociales (FAES).

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Después de resumir que a Cataluña tampoco le ha ido tan mal con el PP, el presidente dejó claro que a partir de ahora se precisa "estabilidad" política.

El presidente del Gobierno subrayó que Cataluña es la región con el nivel de riqueza más elevado de Europa y que cuenta con un Gobierno autónomo con un elevado nivel de competencias. La "estabilidad" de la que habla Aznar resulta un término, más que polisémico, dual: unos piensan en Mas y los otros en Maragall. Y mientras, el grueso del empresariado -representado por las cúpulas de Fomento del Trabajo y de la Cámara de Comercio de Barcelona, cuyo presidente, Miquel Valls, acudió también al almuerzo- interpreta la estabilidad en términos de "gran coalición en la sombra entre un Gobierno de CiU con apoyo socialista o viceversa", destaca Juan Rosell.

Otras voces entienden que la única continuidad es la continuista. Es el caso del catedrático de Teoría Económica y presidente de la Bolsa de Barcelona, Joan Hortalà -que compartió mantel con la ex ministra Anna Birulés-, quién calificó de "correcta" la intervención del presidente y añadió que después de las elecciones autonómicas se producirá "una alianza de gobierno entre CiU y ERC cuya formulación no depende de la aritmética electoral".

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