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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Unión homosexual

La solicitud de matrimonio presentada ayer en el Registro Civil por parte de tres parejas homosexuales tiene un innegable punto de provocación a los poderes públicos, y en especial al Gobierno. Uno de los protagonistas, el concejal socialista del Ayuntamento de Madrid Pedro Zerolo, lo ha descrito como "un acto de visibilidad y de militancia, porque no somos orientaciones sexuales que vagan por el espacio".

Algunos se han apresurado a tildar la iniciativa de "mediática" y "electoralista", por producirse en pleno periodo electoral en la Comunidad de Madrid y con las elecciones generales de marzo ya en el horizonte. Es posible. ¿Pero habría que culpar al colectivo de gays y lesbianas por aprovechar las elecciones para reivindicar la plena igualdad de derechos civiles frente a la cerrazón del Gobierno a sus demandas? Lo verdaderamente escandaloso es que en los siete años largos que lleva el Partido Popular en el poder se haya mostrado insensible a cualquier intento de acercar el derecho a la realidad social del mundo homosexual: no sólo ha bloqueado desde hace dos años en el Congreso la única propuesta de reforma del Código Civil para permitir el matrimonio entre homosexuales, sino que se niega a promulgar una ley estatal de parejas de hecho, a pesar de que varias comunidades autónomas, alguna de ellas regida por el PP, han regulado este tipo de uniones afectivas en sus respectivos ámbitos.

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La estrategia de la iniciativa es evidente: intentar obtener por la vía judicial, si se les deniega, como es previsible, la inscripción del matrimonio, lo que el poder político se resiste a conceder. Serán los tribunales, especialmente el Constitucional, quienes tengan que abrir brecha en el camino del reconocimiento legal de las uniones homosexuales ante la inoperancia y la pasividad del Gobierno, movido sin duda por su deseo de complacer a la Iglesia y de no espantar al elemento católico de su electorado.

Con la Constitución en la mano, cuyo artículo 32 se limita a establecer que "el hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica", será difícil denegar judicialmente ese derecho a parejas del mismo sexo. No existen motivos legales insalvables, y sí muchos prejuicios ideológicos y religiosos, para oponerse a este trascendental paso en la equiparación legal de los homosexuales. Y es lamentable que el Gobierno se deje guiar por ellos cuando otros Ejecutivos europeos, incluso conservadores, han encontrado fórmulas que tienden a la equiparación efectiva entre parejas heterosexuales y homosexuales.

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