El águila perdicera
Si es usted propietario de un chalet o un pequeño terreno rural y pretende sobrevivir a la codicia del agente urbanizador, yo no veo más que una solución: disfrácese de águila perdicera. También podría hacerlo de punxoset o, incluso, de samaruc, pero, en estos casos, la vestimenta es complicada y se expone a la humedad. Oculto bajo el confortable plumaje de la rapaz, es probable que el Consell se interese inmediatamente por sus problemas y decrete medidas para su protección. Y entonces, ¡Ay de quien se atreva a tocarle una pluma! Tendrá usted el habitáculo asegurado y dejará de preocuparse ante la presencia indeseada de cualquier constructor. En cambio, si rechaza el disfraz y, confiado en las promesas del Gobierno, decide aguardar la reforma de esa ley que fomenta la expropiación, veo muy difícil que logre salvar su propiedad. El día menos pensado, un desaprensivo se habrá adueñado de su finca mediante una exigua indemnización.
Tal como están las cosas, es evidente que a nuestros gobernantes les preocupa más el futuro del águila perdicera que el del pequeño propietario rural. De hecho, el Gobierno presentará, en Bruselas, un proyecto para velar por la conservación del animal que, de aprobarse, multiplicará el número de esas aves en los montes de nuestra Comunidad. En cambio, nadie parece escuchar las protestas que se suceden contra la Ley Reguladora de la Actividad Urbanística. Y ello, pese a las reiteradas visitas del embajador inglés para apoyar a sus compatriotas. Todo cuanto los afectados han obtenido de las autoridades son palabras de buena voluntad. Pero ya sabemos que las palabras de buena voluntad son fáciles de pronunciar y jamás exigen su cumplimiento. Hemos de contentarnos, pues, con el consejo de Rafael Blasco de no comprar suelo rústico. Aunque la prudente advertencia del consejero llega tarde para esos propietarios de Calpe que, 30 años atrás, adquirieron unas viviendas que ahora deben abandonar.
Es indudable que la defensa del medio ambiente resultaría más efectiva de reformarse la LRAU, que ocupándonos del águila perdicera, por muy grave que sea la situación del animal. Sin embargo, esta proposición que cualquier estudiante de Ecología aceptaría sin rechistar, no es percibida del mismo modo por el Gobierno. Y, sin embargo, no creo que en esa apreciación exista ninguna arbitrariedad. El águila perdicera, si logramos preservarla y aumenta la población, se convertirá en un extraordinario agente de publicidad, que visitará las televisiones en horario de máxima audiencia. Gracias a ella, el Consell presumirá con razón de su política medioambiental. Empero, parece improbable que los telediarios se ocupen alguna vez de las consecuencias de la LRAU, o entrevisten a personas desposeídas de su hogar. Y eso que, como noticia periodística, no admite parangón.
No sé si, como afirmaba, semanas atrás, un economista, en las páginas del diario Información, la LRAU ha provocado más cambios forzosos en la propiedad de la tierra que la reforma agraria de la República. No soy un entendido en esas cuestiones. Lo que resulta innegable es que los tiempos han cambiado y, si entonces se pedía la tierra para quien la trabajaba, hoy, con los cambios sobrevenidos en la Comunidad, la tierra es para el que construye. Y el Gobierno apoya esa revolución.
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