Vocación de mártir
Juan Pablo II puede dar pistas sobre el futuro durante los próximos actos del 25º aniversario de su pontificado
Que la salud del papa Juan Pablo II está seriamente comprometida es evidente. A tres días de la celebración del 25º aniversario de su pontificado, muchos católicos piensan, incluso, que su estado es tal que deberían impedirle viajar y exponerse en público. El obispo de la Prelatura de Sao Felix de Araguaia, en Brasil, el español Pedro Casaldáliga, piensa que el Papa debería renunciar a su cargo y convocar ya un cónclave para la elección de su sucesor.El Vaticano, por su parte, sigue insistiendo en que el Papa no está tan mal como muchos piensan y mantiene en pie su agenda. Hace bueno así el viejo dicho de que "los papas mueren, pero no enferman".
¿Quién tiene razón? Quizá todos un poco. Según médicos del exterior del Vaticano, incluidos algunos especialistas de Parkinson, ninguno de los problemas de salud que azotan al Papa suponen un peligro inminente de muerte: ni el Parkinson ni la artrosis, que le impide estar de pie y le produce dolores muy fuertes, bien visibles en su rostro. No tiene ningún problema cardíaco grave ni padece cáncer terminal ni nada que haga prever un desenlace los próximos días. A no ser que quienes rodean al Papa estén ocultando informaciones importantes.
Dentro y fuera de los muros vaticanos se prepara ya el 'identikit' de su sucesor
Hay otra cosa. Según algunos expertos en psicología puede ocurrir que, a pesar de su deteriorada salud, el Papa puede haber decidido seguir en pie, en su actividad pastoral, hasta su última gota de energía, o bien ponerse en manos de Dios, aceptando que su hora ha llegado.
Ese dilema quizá se resuelva en fechas próximas, cuando tras celebrar el día 18 el 25 aniversario de su pontificado, el día 21 presidirá el Consistorio de cardenales y podría abordar entonces, con su propia voz, el tema de su salud. Hay quien espera que en ese discurso pueda dar la sorpresa de dimitir, algo muy poco probable, y convocar el cónclave que elija a su sucesor estando aún en vida. Otra posibilidad es que dé alguna indicación a los cardenales sobre sus preferencias sobre su sucesor, como hizo Juan XXIII. Éste, cuando estaba cerca de la muerte, quiso que enviaran un telegrama lleno de elogios al entonces cardenal arzobispo de Milán, Giovanni Batista Montini. Aquel telegrama fue definitivo para que Montini fuera elegido y continuara los trabajos del Concilio, que se interrumpió con la muerte del Papa Roncalli.
Si dependiera de él, Wojtyla preferiría morir en un viaje, en la brecha; no en su cama del Vaticano. Juan Pablo II se considera mártir, en la tradición de los mártires eslavos. Lo ha confiado a sus amigos íntimos: si la mano de la Virgen no hubiera desviado la bala del atentado aquel 13 de mayo (día de la Virgen de Fátima) él habría sido mártir. De ahí que quiera seguir como peregrino por el mundo.
El Papa conoce muy bien los mecanismos de la Curia. Sabe que el día que se meta en la cama será fácilmente olvidado. Del tema de su sucesor ya se habla, pero mientras esté presente, en la calle, viajando, nadie se atreverá a pasar a más.
Es difícil saber si en caso de que la enfermedad le obligase a parar sus actividades, Juan Pablo II preferiría, como sus antecesores, acabar sus días en el Vaticano o en Castelgandolfo. U optaría por hospitalizarse en alguna clínica de Roma o de Polonia. Pero una cosa es cierta: no se irá en silencio. Morirá con el micrófono en la mano, desde el Vaticano o desde el hospital.
Otra incógnita es saber si los que rodean al Papa, cuando llegue el momento en que ya no pueda cumplir su agenda de compromisos, van a seguir medicándolo, alargando su vida artificialmente, o como ocurrió con Juan XXIII, le quitarán las medicinas para no hacerle sufrir más. Conocida la personalidad del Papa polaco, eso va a depender mucho de su voluntad.
Lo cierto es que, dentro y fuera de los muros vaticanos, el cónclave ya ha comenzado y se prepara ya el identikit del sucesor del Papa polaco. ¿Será esta la vez del Tercer Mundo? ¿De América Latina? Demasiado pronto para saberlo. En la sucesión de un Papa entran muchos factores, no sólo de tipo espiritual -qué Iglesia quieren los cardenales para el futuro-, sino también de tipo temporal. A nadie se les escapa la fuerza política y diplomática que un Papa puede ejercer desde su pequeño Estado sin ejército. Baste recordar que Juan XXIII, con sus conversaciones con el entonces presidente ruso Nikita Jruschov, medió en la guerra de los misiles de Cuba. O que, en parte, la caída del comunismo tuvo que ver con el Papado del polaco Wojtyla. De ahí la importancia de analizar sus 25 años de pontificado, lo que ha supuesto para la Iglesia y para el mundo y los retos que le esperan a su sucesor.
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