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La enfermedad del miedo

Una de cada cuatro personas sufre en algún momento un trastorno mental y el estigma social que conlleva

Pablo Ximénez de Sandoval

A Roselia Cabielles no paran de llegarle cartas de vecinos de su urbanización de lujo de Torrelodones, en la sierra de Madrid. En ellas aportan sus firmas para oponerse a que un pequeño chalé propiedad de Cruz Roja, que linda con el de Cabielles, junto a la vía de servicio de la A-6, se convierta en un centro público de rehabilitación psicosocial (CRPS) para enfermos mentales crónicos. Dicen los vecinos que es innecesario, que las instalaciones son pequeñas, que para qué necesita Torrelodones un centro de este tipo. Cruz Roja, la Comunidad de Madrid (que impulsa el proyecto) y las asociaciones de profesionales y familiares de pacientes mentales ven algo más en su actitud. Ven el "estigma" de la enfermedad mental, el rechazo casi patológico a cualquier cosa que suene a locura.

Unos vecinos de Torrelodones se niegan a convivir con un centro para enfermos mentales
"Soy esquizofrénico, pero no me atrevo a decírselo a nadie", confiesa un enfermo

"Aquí no tenemos esos problemas, no necesitamos ese tipo de instalación", decía una vecina el pasado viernes, precisamente el Día Mundial de la Salud Mental. Sin embargo, los datos del Instituto Nacional de Estadística contestan que un 25% de la población tendrá en algún momento un trastorno mental. Más de 250.000 españoles tienen trastornos graves y prolongados o crónicos. Entre ellos, concretamente, 300 de la zona de la sierra de Madrid que cada día tienen que ir al centro de la ciudad a tratarse y a los que se podría estar ya dando servicio en Torrelodones. La misma vecina confiesa minutos después que "bueno, algún caso hay por aquí", y se lo dice a Cabielles en voz baja.

Los CRPS para enfermos mentales crónicos cumplen una función clave en la recuperación. Allí hacen terapia, hablan con gente, hacen talleres que les mantienen ocupados. Estas instalaciones permiten a enfermos de esquizofrenia o trastorno bipolar (dos de las más graves y dolorosas enfermedades mentales) salir de su casa y centrarse en algo, tener una actividad que les evite la dispersión.

"La principal terapia para curarse es que estudien, que trabajen, que puedan ser independientes económicamente, que tengan amigos. Después de una crisis hay que reconstruir toda la vida social de la persona", explica Carlos S. J., padre de un esquizofrénico de 27 años. No da su apellido precisamente por eso, porque es la mayor garantía de que su hijo no tenga que enfrentarse al rechazo y tenga una oportunidad de volver a la vida normal. "Cuanto menos lo digas, mejor", afirma.

A su lado asiente un hombre de 30 años con expresión sana, que mira de frente y habla con rapidez y precisión. Nada en él hace intuir el calvario que ha pasado. "Soy esquizofrénico, pero no me atrevo a decírselo a nadie", declara A. M., que vive en la sierra de Madrid y sería un potencial usuario del centro de Cruz Roja.

"Me internaron tras una crisis a los 19 años". A partir de ese momento, nada vuelve a ser lo mismo. "Lo primero que pasa es que tu familia no entiende lo que te pasa y tú tampoco. Tu familia tiene que ponerse a investigar sobre salud mental mientras tú empeoras". Con el diagnóstico en la mano, se cobra una pensión no contributiva de 268,77 euros. "El que ha llegado a trabajar, por lo menos cobra una pensión de acuerdo a su sueldo. Pero al que le ha pillado estudiando puede que jamás llegue a ser independiente económicamente, porque la pensión no le da para nada y la enfermedad a su vez le impide encontrar un primer trabajo", explica Víctor Contreras, presidente de la federación de asociaciones de familiares de enfermos mentales de Madrid.

A. M. intentó estudiar Físicas en la universidad, pero no lo logró. "Con mucho esfuerzo conseguí hacer un curso años después. Tienes que ocupar tu mente con el estudio y el trabajo para recuperarte". Tiene claro que, siempre que pueda evitarlo, ocultará haber padecido una de las enfermedades más crueles que se conocen. "La primera consecuencia que tuvo esto en mi vida fue que desaparecieron todos mis amigos. Ni siquiera me cogían el teléfono".

Hasta la ministra de Sanidad se refirió a este drama el viernes pasado, con motivo del Día Mundial de la Salud Mental: "Este sufrimiento se ve agravado por la estigmatización social de la enfermedad mental, que dificulta la integración de este tipo de pacientes. Luchar contra ese estigma es una tarea en la que todo el conjunto social debe implicarse".

Los alrededor de 5.000 vecinos que viven en grandes chalés cerca del kilómetro 30 de la A-6 aportan todo tipo de razones para no colaborar en esa tarea. "Nos parece un sitio poco seguro para ellos", explica Cabielles, ya que el centro está en la misma vía de servicio. "Nos empeora la calidad de vida", afirma C. Q., un vecino. Otra vecina es más precisa: "Si un esquizofrénico se niega a tomar la medicación y pierde los papeles, es un peligro. Lo hemos visto en los periódicos".

El psiquiatra Antonio Fernández Moral, jefe de salud mental del distrito Centro de Madrid, aclara que "las cifras de violencia dentro de la población enferma son menores que las de la población normal. La esquizofrenia es justo la tendencia a lo contrario, a meterse en uno mismo".

"Yo comprendo a esos vecinos", afirma Carlos S. J., el padre de un esquizofrénico de Villalba. "Diría que me parece casi humano. Yo no me creo mejor que ellos, reconozco que a mí no me preocupó nada este tema hasta que lo sufrí de cerca. Por eso les diría que no pongan problemas para el centro de rehabilitación, porque cualquier día les puede pasar a ellos, en cualquier momento. Cada recurso nuevo repercute en la calidad de vida de toda la sociedad".

Fue el anterior alcalde el que concedió una licencia de obras a Cruz Roja para hacer un CRPS. La institución invirtió cerca de 2,4 millones de euros en la reforma del chalé. El actual alcalde de Torrelodones (en el cargo desde junio), al conocer la inquietud de los vecinos, mantiene el suspense y se reserva conceder la definitiva licencia de actividad. Quiere "oír a todas las partes", según aseguran fuentes del Ayuntamiento. Lo que sí afirman rotundamente es que el edil "no hará nada en contra de la opinión de los vecinos". Por si hace falta repetirlo: "Nos oponemos totalmente", aclara una de las afectadas. "Y si la Comunidad sigue presionando, no volveremos a votar a Eperanza Aguirre".

Recursos para una vida normal

Un 1% de la población mundial padece esquizofrenia diagnosticada. "Eso significa que todos conocemos a alguien que lo ha padecido", explica el doctor Antonio Fernández Moral. De ellos, "se puede decir que el 25% de los casos se cura. Otro 50% de los casos mejoran sensiblemente a base de tratamiento, control y apoyo social. Y hay un 25% que sigue un curso muy crónico, incluso con deterioro cognitivo".

Recuperar a ese 75% de enfermos mentales (no sólo de esquizofrenia, sino de depresión, angustia, trastorno bipolar, anorexia, bulimia, etcétera) es una tarea titánica que exige trabajo en equipo formado por el psiquiatra, un psicólogo, auxiliares de enfermería, trabajadores sociales y terapeutas ocupacionales. Se acostumbra a decir que en psiquiatría no hay enfermedades, sino enfermos, ya que cada uno es un mundo y exige una atención particular.

La primera queja de los profesionales es la falta de lo que llaman "recursos intermedios" de atención a la salud mental. Cuando un enfermo llega al hospital en situación de crisis, normalmente es ingresado en unidades de agudos de los hospitales. Después, pueden seguir tratamiento ambulatorio. Si el caso es muy grave y crónico, hay hospitales psiquiátricos. Pero lo que echan en falta son esos recursos intermedios, centros como CRPS (precisamente como el que debía ser inaugurado en Torrelodones), minirresidencias o pisos tutelados, donde el enfermo pueda empezar su verdadera curación, que es su reinserción en la sociedad, algo que no se logra con pastillas.

"Hay una red, una especie de paraguas protector que nos permite tenerlos en tratamiento ambulatorio y permite a los enfermos vivir en comunidad", explica Fernández Moral. La supervivencia de esa red es básica para los tratamientos. "Un paciente controlado y con una medicación es mucho menos peligroso que ese vecino violento que tenemos todos".

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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