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Reportaje:

Los dos papeles del portero

Desde 1990 recibe a las estrellas de cine en la puerta del María Cristina. Ahora está en huelga

Siempre se sintió atraído por el cine y sus estrellas, así que en 1990, cuando entró a trabajar como portero en el hotel María Cristina de San Sebastián, Miguel Ángel Aldazábal se lo pasó en grande. Aquel año, durante los días que duró el Festival de Cine, tuvo la ocasión de franquear la entrada a Jerry Lewis y a Peter O'Toole, a los hermanos Coen y a Montxo Armendáriz, que fue quien ganó en aquella edición. Desde entonces, y año tras año, Miguel Ángel y su gorra de plato se han ido convirtiendo en dos de los ingredientes clásicos del festival, casi tanto como el paseíllo de las estrellas, los cazadores de autógrafos o las fiestas de la discoteca Bataplán. Los fotógrafos lo conocen. Él les facilita el trabajo y ellos, favor por favor, lo han inmortalizado junto a Mel Gibson, Robert de Niro, Susan Sarandon o Emma Thompson...

"Un encanto de mujer, Emma Thompson es un encanto de mujer..." Lo dice serio, como con nostalgia. Miguel Ángel Aldazábal, que tiene 51 años -los mismos que el Festival-, está casado y tiene una hija de siete años, se ha pedido un mosto en la barra del bar Tánger y ha ido a sentarse junto a los ventanales que dan al María Cristina. Desde el 15 de septiembre pasado, el hotel no parece el mismo.Hace casi un mes ya que los trabajadores del hotel María Cristina están en huelga, han acampado frente a la puerta y hacen sonar casi sin interrupción todo tipo de artefactos desquiciantes para los oídos. El suelo está lleno de octavillas y dos furgones de la Ertzaintza vigilan a los huelguistas. "Uno de los primeros días de la huelga", recuerda Miguel Ángel, "Odón Elorza, el alcalde, salió del hotel y nos señaló con el dedo mientras nos decía: 'os vais a cargar el Festival'. Y nos dolió, aquello sí que nos dolió, porque venía a decir que a nosotros nos da igual el Festival, y no es verdad. A nosotros nos gusta más que a nadie. Lo trabajamos y lo disfrutamos. Lo que pasa es que, si queremos luchar por lo nuestro, ¿cuándo lo vamos a hacer, en enero, que no hay nadie?"

Lo cierto es que la huelga empezó tres días antes de que se inaugurara el Festival, con la esperanza de que la dirección del hotel, perteneciente a la cadena Westin, no tuviera más remedio que dar su brazo a torcer y evitar el escándalo. Pero no fue así, y actores, directores y periodistas de todo el mundo fueron entrando al hotel de cinco estrellas entre un ruido ensordecedor de sirenas, sartenes y silbatos. Y, al contrario que otros años, Miguel Ángel no estaba en la puerta para recibirles con una sonrisa, sino enfrente, entre los huelguistas, con cara de pocos amigos. "Está siendo duro, muy duro", se lamenta al tiempo que mira de reojo hacia el hotel y admite que cuando acabe la huelga nada volverá a ser lo mismo. "Todos los que estamos aquí en la calle", explica, "estamos convencidos de que si no hubiera habido esquiroles, gente que está haciendo el trabajo de cuatro ahí dentro, la dirección del hotel no habría podido aguantar el pulso y el Festival se hubiera celebrado como todos los años. Pero de los 90 que somos, 20 o 30 están trabajando. Los jefes están haciendo de todo, hasta camas están haciendo, y así es imposible. Así que cuando esto termine", retoma el hilo de la conversación, "ya no volveremos a comer juntos los que están ahí dentro y los que estamos aquí fuera, pasando frío y angustia. Unos cogerán su bandeja de comida y se pondrán en una mesa, y los otros nos pondremos en otra".

Miguel Ángel Aldazábal, un hombre corpulento que cuando no está de servicio luce un pendiente en su oreja izquierda, no duda de que su sindicato, ELA, está haciendo lo que tiene que hacer, pero hay muchas vecinos de San Sebastián que creen que todo se ha llevado demasiado lejos, que el certamen es una joya demasiado preciada para ponerla en peligro por unos euros de más o de menos. "Tenemos a mucha gente en contra", reconoce el portero del María Cristina, "y en parte es porque no se está diciendo la verdad. Me gustaría que pusiera ahí, bien claro, que no sólo estamos haciendo la huelga para que nos suban el sueldo, sino para que 25 de nuestros compañeros que son eventuales tengan un futuro. Queremos que la empresa se comprometa con ellos a pactar un plan de trabajo; que si no los pueden hacer fijos, vale, pero que los llamen siempre que los necesite, y que no contrate en su lugar a otros por medio de empresas de trabajo temporal (ETT). Ésta es la verdadera causa, por eso estamos aquí".

"Al abrirle la puerta del coche, me di cuenta de que no tenía puestos unos pantalones, sino que venía vestido con un pareo..." Sólo el pasado es capaz de traer una sonrisa al rostro de Miguel Ángel. Quien se presentó así en el María Cristina, para estupefacción del portero y de muchos de los presentes, fue el pintor y cineasta Julian Schnabel. También se sonríe Miguel Ángel al recordar la impresión que le causó tener a su lado nada más y nada menos que a Anthony Quinn, con lo que él le había admirado en la gran pantalla, o al trabajo que le dan algunas señoras que se quieren colar en el hotel para cazar un autógrafo o una sonrisa de su actor preferido. Pero enseguida Miguel Ángel vuelve al rostro sombrío, al vértigo que dice empiezan a sentir él y sus compañeros tras casi un mes sin trabajo, apostados frente al hotel, protegidos de la lluvia por unas lonas blancas y del desánimo por... "Del desánimo nos vamos curando unos a otros como podemos, aunque no es fácil. Yo me despierto algunas mañanas y pienso, ¿qué día es hoy?, y enseguida me doy cuenta de que da igual qué día sea si tampoco voy a trabajar". Cuando rememora la aventura de los trabajadores de Sintel, el vértigo se acentúa, y cuando se acuerda de su hija Olatz, ya las cosas se ponen más feas. "La cría", se lamenta, "empieza a darse cuenta de que algo pasa en la casa, de que las cosas no marchan como tienen que marchar. Ayer le dijo a la madre: 'Ama, hoy no estás guapa, ¿es que estás triste?"

Se ha escrito mucho sobre los parados de larga duración, incluso Miguel Ángel tiene muy presente la alegría de Fernando León y los suyos cuando ganaron la Concha de Oro con la película Los lunes al sol, pero apenas se sabe nada de los huelguistas de larga duración. Sólo que los vecinos se terminan hartando de ellos. Y que Miguel Ángel daría cualquier cosa por salir hoy en el periódico con una estrella de Hollywood al lado, feliz con su gorra de plato y su guerrera verde de botones dorados.

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