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Columna
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Rajoy d'Octubre

Los partidos de la oposición se despachan hasta desgañitarse, con críticas al discurso institucional de cada 9 d'Octubre: que si es vacuo, que si no es autonomista, que si soslaya lo sustantivo, o sea y como ejemplo flagrante, la reforma del Estatuto, que si carece de contenidos y reivindicaciones, que si resulta átono y como para salir del paso. Pues de eso se trata. La pieza retórica cuidadosamente elaborada que exhibió el president Camps en su alocución ni es ni más ni menos brillante ni historiada, que las que exhibía Zaplana, en sus años pomposos, pero se atiene a unos propósitos: que los partidos de la oposición gasten pólvora y munición dialéctica en vano, que se líen a escopetazos verbales y despotriquen hasta el agotamiento, y que se descabecen un sueño largo y reparador, una vez consumido el ímpetu. La derecha es tan virtuosa como perspicaz en el uso de conmemoraciones y solemnidades: satisface a los más e irrita a las sobras. El cronista siempre ha opinado que la derecha hace su papel impecablemente y que por eso le luce el poder, por la bota o por el voto, según los tiempos. A la derecha hay que desbaratarla en la meta, donde acumula bienes y capitales, fruto de esa firme voluntad de rapiña que la calza. Con la izquierda pasa lo contrario, -con la izquierda no bailona, por supuesto-, quiere la justicia social, el reparto equitativo de la riqueza, la solidaridad, la enseñanza y la sanidad públicas, y muchas otras cosas igualmente cabales, pero ya no hace camino ni al andar, hace grecorromana y títeres, y siempre la pillan en el mismo sitio, que es donde se hornean los sufragios. En corto, la derecha tiene una pegada de coz.

El cronista dice que la cátedra de los partidos de la oposición es la lonja de verduras y no el mercado de Hayek ni aun Maquiavelo. Es más, dice que la lechuga es a la izquierda lo que el mercado de Hayek a la derecha conservadora y neoliberal. El día que la izquierda se haga de a pie, y no de hoz ni coz, y se percate de que una lechuga vale treinta céntimos de euro más que hace unas semanas, empezará a hacer guantes y colgará la urna en el lugar de la fresquera. Aunque debe llegar al fondo de la corrupción como un rayo impoluto de sol, ¡la Virgen!, que de sacrificios. El cronista recuerda que los japoneses afirman que hay una ballena bajo sus pies, en alusión a la naturaleza volcánica de sus islas. Que la oposición recuerde que bajo los pies de la mayoría de sus conciudadanos hay una hipoteca insaciable a la que, en cualquier momento, puede abrírsele el apetito. Pero, mientras, que hagan una oposición más ingeniosa y demoledora, y que no entren con tanta furia al capote bien amañado de ningún discurso rimbombante.

La fiesta del PP no fue el 9 d'Octubre, que no pasó de la tradición y de las procesiones cívicas y folclóricas, fue al día siguiente: el Rajoy d'Octubre. Llegó el dicharachero candidato a la presidencia del Gobierno, le reunieron a las fuerzas vivales de la Comunidad en Santa Pola, y les prometió continuidad. No vean. El resumen más contundente y descarado lo hizo el presidente de los empresarios de la provincia de Alicante: "Nada mejor que oír al candidato decir que mantendrá las recetas de los últimos Gobiernos de Aznar, tan fructíferos para los empresarios". De antología.

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