Un pupitre para Jaume I
Alumnos de 9 países diferentes del colegio Ballester Fandos de la Malva-rosa hacen del 9 d'Octubre la fiesta de la tolerancia
Aterrizar en la Malva-rosa procedente del vuelo directo "Bolivia-Valencia" y sumergirse sin escalas en el viejo colegio público Ballester Fandos -situado en una de las extremidades del barrio más afectadas por la artrosis social y la galopante metástasis del ladrillo y la construcción- sin traer en el bolsillo una pizca de "almidón" (harina de maíz) y de "manteca" para poder llevarse a la boca un trozo de "cuñapé" de vez en cuando, es algo más que un simple viaje.
Ésta es la historia, así en minúsculas, de Selena, de 11 años, que está en la clase de 6º de primaria; y la de Tatiana, de 6 años, y Eiara, de 4, que vienen de Uruguay; y la de las búlgaras Mardlen y Alba, que están en 4º, y así hasta 35 historias más con nombre propio que ayer celebraron su "particular 9 d'Octubre" como una fiesta donde, ahora sí la Historia con mayúsculas, de la conquista del rey Jaume I que acabó en Valencia con la expulsión de los "foráneos", se convirtió en una "fiesta por la convivencia y la tolerancia", con la gastronomía como puente de unión de las nueve nacionalidades diferentes de donde proceden el 67% de los 153 niños que se forman en este centro.
Casi un año después de haber llegado, la joven Selena "ya no llora". Ayer bailó y animó a sus compañeros. Pero antes pasó por "muchos ratos de melancolía", cuentan Ximo Alpuente, jefe de estudios del Ballester Fandos y Neus Peña, una de las maestras más veteranas y entusiastas de la celebración, pese a sus 11 años de servicio en este desconchado -pero legendario
galeón del marítimo- que "en 30 años no ha tenido ni una sola reforma". Un colegio público que en los últimos años había visto decaer la matrícula paulatinamente, e iba camino de convertirse en "un gueto", ante la fuerte afluencia de matrícula de alumnos de etnia gitana y extranjeros, sobre todo iberoamericanos y de Europa del Este que difícilmente encuentran plaza en los colegios concertados de la zona, explican.
Con este espíritu "integrador", acudió ayer por la tarde Lenny, la madre de las colombianas Selena y de Guisella (que ya está en la ESO), que prepararon su postre-merienda de "cuñapé", que nunca se hubiera imaginado que este dulce lechoso "se acabara del todo" y combinara tan bien con, por ejemplo, la "paella para 20" que trajo Vicen, la mamá de Yasmina, recién hecha en los fogones del bar La Roda.
Entre la tortilla de patata de Pepita, y la empanadas de Amparo, combinada con el "masaco de yuca y plátano" del altiplano boliviano y el tradicional "pan de calatrava" que hicieron Ester y su madre Marifé, las paredes del Ballester Fandos se llenaron de mapas de países nunca antes imaginados por niños que tienen entre cuatro y 12 años y todavía no saben que las historias medievales de reyes como la de Jaume I y tantos otros se han hecho "conquistando y expulsando a la mayoría de los pobladores anteriores: los musulmanes", y repoblando villas y ciudades con gentes venidas de otras regiones que hoy llamamos "autonomías". Así lo cuentan los libros de texto en las escuelas, como el párrafo de "Lectura" que su director, Vicent, les leyó ayer, antes de empezar a devorar "torrijas" y "flores", del capítulo de la crònica de la rendició i entrada del rei a València donde el rey cuenta que: "E nós, ab cavallers e hòmens armats prop de nos, els traguérem tots defora, en aquells camps que són entre Russafa e la vila" [Nosotros, con caballeros y hombres armados cerca de nosotros, los sacamos a todos fuera, en aquellos campos que están entre Russafa y la ciudad].
En valenciano y en castellano, ninguno de los alumnos del Ballester Fandos se sorprendió del bilingüismo o la diversidad de las lenguas, porque ellos, en su fuero interno sueñan con "enseñarle ucraniano al rey Jaume I" si volviera a sentarse con ellos en los pupitres. La lengua no es problema en estas aulas, donde la mayoría de niños extranjeros tiene el castellano como lengua materna, al igual que la mayoría de valencianos. "El código lingüístico es lo primero que hay que hacer y para ello hemos conseguido tener un tutor específico para los niños que proceden de países, fundamentalmente del Este", explica el jefe de Estudios, mientras Neus bromea porque el más pequeño "un niño chino, pero nacido aquí" se ríe cuando le dan alguna orden corta en valenciano. "La 'ele' le suena bien, los programas de inmersión, funcionan, pues".
Mientras, el equipo de profesores armado hasta los dientes de humor, y de un proyecto pedagógico que busca devolverle al viejo galeón de la Malva-rosa el papel "integrador" que siempre cumplió, en coordinación con Ángela, la presidenta del APA, decidieron ayer abrir sus puertas al vecindario unas horas para echar un "brindis a San Dionis" y compartir la tradicional mocadorà.
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