La feria de las culturas
El Festival de las Naciones celebra su décimo aniversario en Sevilla con gastronomía y tradiciones de 70 países
Los cinco continentes se pueden visitar estos días en uno de los extremos del Prado de San Sebastián, en Sevilla. Durante las seis semanas que dura el Festival de las Naciones, muchos sevillanos cambian las tapas y las cervezas autóctonas por kebaps egipcios, salchichas alemanas o mojitos cubanos. Las canciones del verano dejan paso a los ritmos orientales, africanos y latinos. El festival se celebra durante distintas épocas del año en varias ciudades españolas, pero sólo en el caso de Sevilla, donde este año cumple su décimo aniversario, se ha convertido en "una fiesta anual más", según explica Edgar Villegas, coordinador del evento, quien, como muchos otros de sus compañeros, emigró definitivamente a España atraído por el ambiente de trabajo del festival y ha establecido su residencia en la capital andaluza.
Edgar vino hace ocho años desde México a Andalucía para pasar unos días de vacaciones en Almería y coincidió allí con el festival. "Me enganchó", asegura. Dejó su trabajo como secretario de un diputado del Estado de Veracruz y se quedó en España. Volvió a México a los dos años para traerse a su novia de toda la vida, se casó y su primer hijo nació en Sevilla. El segundo, en camino, "también nacerá aquí", asegura.
Entre las casi 300 personas que trabajan en cada edición de esta feria hay representantes de unas 70 nacionalidades, así como españoles de otras comunidades autónomas. Unos venden su artesanía, otros cocinan la comida típica de su país y otros amenizan las tardes y las noches desde el escenario. "A veces parece difícil, convivimos durante casi todo el año gente de culturas diferentes, cada uno con su forma de ser, pero eso es lo mejor del festival. Aquí se demuestra que es posible convivir todos sin necesidad de sacar armas", afirma.
La tienda de artesanía de Rayo Sharma es una de las pruebas más claras. "India y Pakistán", advierte el letrero que identifica el estante. "Los países están en guerra, pero nosotros, no", asegura. Rayo estudió Comercio en India, su país, y se vino en 1994 a España, donde desde hace 25 años vivía su familia. Al contrario que Edgar, él tiene fijada su residencia en Barcelona, donde regenta con su hermano y su tío una tienda y un almacén de productos de su país. Viene desde hace nueve años y tiene ya clientes fijos que, cuando se va acercando el otoño, le llaman para hacerle encargos. Rayo los pide a la India y se los trae a Sevilla.
En su mostrador del festival se pueden encontrar desde pequeñas cajas de madera a collares de piedras semipreciosas, figuras de bronce, colchas, alfombras y muebles. Sus piezas de mobiliario artesanal de madera son unas de las que más buscan los sevillanos, aunque las más vendidas son las pequeñas muestras de artesanía, como joyas y joyeros.
Aunque los expositores de artesanía son muy concurridos, Edgar, asegura que en Sevilla gusta, sobre todo, la gastronomía. "La gente viene aquí a probar cosas distintas a las que toman todo el año. Hay dos restaurantes que los domingos se llenan de familias a la hora de comer. Y los puestos más pequeños se llenan también por las tardes y las noches", afirma.
"Yo este año ya ofrezco tapas", explica Livia Domínguez tras el mostrador en el que sirve comida y bebida cubana. "La gente está acostumbrada a beber y comer de pie o mientras escucha música y baila. Quieren probar, pero luego ven las cosas y se preguntan si pica, si les gustará...", asegura.
En su puesto se pueden degustar tapas de lechón ("lo más típico en cualquier fiesta en Cuba"); bocadillo cubano, con lechón, jamón, queso y pepinillo; o pollo a la cubana, aliñado con naranja amarga. "Intento adaptar la comida cubana al paladar de aquí", afirma. De todas formas, las estrellas de su mostrador siguen siendo las bebidas, casi todas a base de ron. Piña colada, cuba libre, batidos de fruta y, sobre todo, mojito. "Es muy típico, aunque en Cuba no se bebe tanto como creen. Pero aquí es lo que más gusta", dice. "La gente venía sólo a tomar mojito o algún cóctel y compraban comida en otro sitio. Y yo les decía: se creen que en Cuba no comemos?, ¿que sólo bebemos? Hay comidas riquísimas", subraya.
Livia lleva cinco años viviendo al festival de Sevilla. Aunque primero no llegó para servir gastronomía, sino para cantar. En Cuba era productora artística y tenía un grupo al que contrató el festival. Conoció a la gente y se quedó cuando sus compañeros volvieron a la isla. Luego se vino su marido, que también es productor artístico y ha trabajado en la feria de las naciones.
Seis semanas
La primera Feria de las Naciones se celebró en Sevilla en 1993, en el Casino de la Exposición, junto al teatro Lope de Vega. El recinto se quedó pequeño y en 1996 se trasladó al Muelle de la Sal. Desde 1998 el encuentro es en el Prado de San Sebastián, muy cerca del centro y lugar de paso habitual de sevillano y turistas. "Es perfecto para un evento familiar, coge cerca de todo, los autobuses de los pueblos paran también aquí", explica Edgar Villegas, el coordinador del festival, quien da fe de lo variopinto que es el público de este evento.
"Intentamos organizar cosas para todas las edades", insiste. Hay un espacio especialmente pensado para los niños, espectáculos y clases de baile a los que se apuntan los mayores, conciertos para jóvenes y comida y bebida para todos los gustos. Los viernes y los sábados son las actuaciones estelares, entre las que este año destacan la argentina Mercedes Sosa (17 de octubre) o dos de los grupos andaluces revelación de este año: Andy y Lucas (24 de octubre) y Las Niñas (25 de octubre). El próximo sábado, además, se ha reservado para recordar al músico cubano Compay Segundo, fallecido recientemente. En su honor actuarán artistas cubanos, como Soledad Delgado, amiga personal de Compay, y los grupos la Sonora Corazón y Beneris.
El Festival de las Naciones estará abierto hasta el 2 de noviembre todos los días de la semana. Las mañanas de los días laborales es gratuito, y el resto de las horas oscila entre 1,5 euros y 10 euros.
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