El dogma
Me cruzo con niños que van a las escuelas de Nerja, en Málaga, chinos, británicos, marroquíes, japoneses. Leo en estas páginas, en una nota de M. J. López Díaz, cómo en el colegio público José Salazar de El Ejido, en Almería, los alumnos son saludados en seis idiomas. Hay cerca de 38.000 extranjeros matriculados en los colegios andaluces, un signo de alegre enriquecimiento: envidio la experiencia de encontrar en los pupitres de al lado otras culturas, otros mundos, el sonido de otras lenguas. Pero, si yo fuera padre de alguno de esos extranjeros, si fuera uno de esos niños, y viera que en las escuelas del Estado español se estudia religión católica o hecho religioso, es decir, religión, deduciría dos cosas: España es un país religioso donde el Estado difunde la religión en sus escuelas; la religión católica es la única religión de España.
Ninguna de las dos cosas es verdad. Es pura ficción esta imagen de España, fortalecida por la Ley Orgánica de la Calidad de la Educación. España, según la Constitución, es un Estado aconfesional, y no sé si aún existe en el Ministerio de Justicia un Registro Público de Iglesias, Confesiones y Comunidades Religiosas con varios centenares de corporaciones inscritas. La católica no es la única religión de España, a pesar de que el catolicismo sea la única religión con asignatura en la escuela, impartida por maestros pagados por el Estado y elegidos por los obispos católicos, maestros de rango especial, excepcionales, únicos, como la misma iglesia a la que pertenecen.
Sé que la Constitución otorga a la iglesia católica un lugar privilegiado, pero me parece que el PP realiza una interpretación preconstitucional de la Constitución. Se ciñe respetuosamente a una de las claves de la historia de España: la falta de tradición de libertad e igualdad religiosa. El PP ha seguido además la corriente de los gobiernos del PSOE, que aseguraron la financiación de los colegios católicos y los profesores de catolicismo en las escuelas públicas. Con el PP, como antes con el PSOE, los fondos del Estado sostienen a la iglesia católica, única confesión que aparece explícitamente en los impresos de Hacienda para que el contribuyente le asigne su limosna tributaria. La Conferencia Episcopal actúa como brazo del Estado Vaticano, que no admite algunos de los valores de la Constitución española. Pero la ideología vaticana, en ocasiones contraria a la Constitución, se enseña en las escuelas a cuenta del Estado.
Quizá no seamos verdaderamente españoles los que no compartimos la ficción, el complejo o el dogma de que en realidad España es confesionalmente católica y así deben consagrarlo las leyes. Pilar del Castillo, ministra de Educación, una vez dio por sentado que un musulmán o un judío eran siempre inmigrantes, a quienes fundamentalmente hay que integrar. Pero conozco a españoles judíos, musulmanes, testigos de Jehová, evangélicos, mormones, aconfesionales, como la Constitución, e incluso laicos. Para los que piensan como la ministra ¿todos somos extranjeros, aunque naturales y vecinos de las provincias de Málaga o Granada? ¿Nos integrarán?
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