El reconocimiento de la labor investigadora
A l hacerse públicos los ganadores de los importantes Premios Nacionales de Investigación de este año, conviene efectuar una valoración de urgencia por el significado que pueden tener para la comunidad científica y técnica de nuestro país. Los tres premios correspondientes a Ciencias Físicas, de los Materiales y de la Tierra, Ciencias y Tecnologías Químicas y Ciencias y Tecnologías de los Recursos Naturales han sido concedidos a Profesores de Investigación del CSIC, mientras que los otros dos, de Matemáticas y Tecnologías de la Información y Comunicaciones y de Transferencia de Tecnología, se adjudicaron a catedráticos de las universidades Politécnica y Autónoma de Madrid.
Aunque no sea lo fundamental para el investigador, cualquier reconocimiento que se haga de su tarea viene a compensar un trabajo constante y riguroso, guiado por el afán del conocimiento y la exigencia de calidad. Todo ello no puede sino ser saludado con satisfacción por el mundo científico y académico, ya que representa un guiño de complicidad y un estímulo por parte de la sociedad, no sólo a los galardonados, sino a sus colaboradores inmediatos. También los organismos científicos en los que se encuadran pueden percibir a través de todo ello el nivel de su personal y en general el mundo de la I+D, que debe interpretarlo en clave de reconocimiento a una labor y una dedicación. Para el CSIC significa mucho el constatar que tres de los galardonados, los profesores Obradors, Rico y Tintoré, pertenecen a su plantilla y lleva implícito un mensaje que impregna la misión, las funciones y el peso del organismo en nuestro sistema de I+D.
Se trata, en primer lugar de tres líneas temáticas distintas, lo que refleja el variado espectro de capacidad del CSIC y del consiguiente potencial interdisciplinario que tiene. Por otro lado los tres investigadores galardonados trabajan en Institutos ubicados en Barcelona, Madrid y Baleares, lo que también refleja otra de las características del CSIC: su implantación en todo el territorio nacional. Por último, uno de ellos, el Instituto de Baleares, es un centro mixto CSIC-Universidad, fruto de la cooperación del Organismo Público Estatal con el ámbito universitario, una relación que se amplía y potencia, contribuyendo de forma cada vez más importante a mejorar los resultados de nuestro sistema de I+D+i.
La cooperación del CSIC con otros centros y organismos del sistema español de ciencia y tecnología supone algo fundamental para este organismo que es capaz de asumir esa responsabilidad precisamente por su consolidación y experiencia ya de muchas décadas. A los más de 40 institutos mixtos y 80 unidades asociadas que el Consejo tiene con la universidad se le une ahora el decisivo papel que ha jugado y juega en el desarrollo de iniciativas como el CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas), el CNIC (Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares), la red CIEN de Investigaciones Neurológicas y determinadas iniciativas en Parques Científicos. Para ello el CSIC cuenta con su mayor y mejor activo que es la calidad y excelencia de su personal y con posibilidades de movilidad a desarrollar mediante esquemas de colaboración bien planteados y condicionados, como los que se están utilizando en la colaboración con la universidad. La estabilización de estas iniciativas a nivel institucional, bajo fórmulas que permitan canalizar el esfuerzo, garantizar la visibilidad y asegurar la complementariedad y racionalidad de los medios puestos en juego, es premisa deseable y hasta imprescindible para la consecución de los objetivos que subyacen en estos proyectos.
La ultima reflexión que cabe hacer al hilo de este reconocimiento es la necesidad de apoyar y reforzar el sistema con recursos que permitan su expansión, lo que por un lado es objetivo europeo y por otro proyecta el próximo Plan Nacional de I+D+i, sabiendo que los niveles de calidad necesarios no se improvisan y que la inversión en I+D, con las exigencias y controles que requiere el manejo de fondos públicos debe ser creciente y sostenida por encima de las coyunturas y situada en el marco de una política de Estado. Una política que debe reconocer la relación, complicada pero directa, que existe entre la investigación, el desarrollo, la innovación y su impacto en la sociedad. Pensar que un crecimiento económico sin este apoyo es posible de forma continuada es un peligroso espejismo del que conviene mantenerse alejado, sobre todo teniendo en cuenta que la formación, el conocimiento científicos y su transferencia a los sectores productivos no se improvisan, sino que responden a una labor que requiere recursos bien planificados, tiempo, constancia y vocación firme, como la que en definitiva vienen a reconocer los premios de investigación.
Emilio Lora-Tamayo es el presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
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