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Columna
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El mal

Rosa Montero

¿Por qué morimos? ¿Por qué existe el mal? He aquí dos preguntas que han torturado a los humanos desde el principio de los tiempos. Para intentar responderlas se han inventado las religiones, se han escudriñado las diminutas células del cerebro y se han investigado remotas galaxias. Dejemos la omnipresente muerte para otro día: basta con el tema del mal para sentirnos perdidos. Por ejemplo, últimamente los periódicos están llenos de asesinos. Criminales obtusos, inexplicables en su violencia ciega. Como ese tipejo de King, o como el asesino de la catana, que a los 17 años mató con un espadón a sus padres y su hermana "para tener una experiencia nueva". Nos gustaría decir que son locos, como si con esa palabra pudiéramos alejarlos de lo humano, borrarlos de la especie. Pero no, no son distintos de nosotros. Son simplemente malos, es decir, ejecutores de esa malignidad que nos es tan propia.

Hace tiempo entrevisté en la cárcel a un antiguo militante del GRAPO. Se había hecho terrorista a los 18 años, y en dos meses asesinó a cinco personas. Luego le detuvieron. Cuando le fui a ver, llevaba unos quince años en prisión. Había publicado un libro en el que analizaba su bajada al infierno del fanatismo: intentaba desentrañar el mecanismo que le convirtió en un monstruo capaz de matar a cinco individuos y comprar pasteles y champaña para celebrarlo. Fue la entrevista más fascinante que he hecho en mi vida. Fue viajar al corazón del mal, al horror que se agazapa dentro de nosotros, con un guía que ya había estado allí y que había vuelto. Y fue comprobar lo que ya sabía: que hay una total continuidad entre la supuesta "normalidad" y lo espantoso.

Dicen que el desarraigo urbano y el desmoronamiento de la familia están creando individuos defectuosos y sin acabar de cocer como personas. Hay algo que no se les llega a estructurar del todo: la conciencia del bien y del mal. En su aspecto leve, esto produce casos como el de ese cartero detenido en Granada, que quemaba y tiraba las cartas, en vez de entregarlas. Pero, en su faceta grave, origina niños que torturan y asesinan. Quiero decir que hay una perfecta coherencia entre lo que una sociedad es y sus malvados. Ellos son el espejo de nuestro monstruo.

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