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El Greco llena el Metropolitan de Nueva York

80 obras recorren la obra del pintor e ilustran su influencia en los artistas de los siglos XIX y XX

El Greco llega a Nueva York. El 7 de octubre, el Museo Metropolitan inaugurará su temporada de otoño con la mayor exposición organizada en Estados Unidos sobre el pintor en los últimos 20 años. Desde sus primeros iconos hasta las figuras desproporcionadas y fantasmagóricas de sus últimas obras, la selección del Metropolitan recorre la obra del gran maestro (1541-1614) y recuerda la profunda influencia que ejerció, tras un largo periodo de olvido, en los artistas de los siglos XIX y XX. Más de 80 cuadros, procedentes de los principales museos del mundo, permanecerán expuestos hasta primeros de 2004. La muestra está organizada con la National Gallery de Londres y se centra especialmente en sus trabajos tardíos.

"Es uno de los pocos maestros de la pintura realmente popular", afirma el director del Metropolitan, Philippe de Montebello

"¡Velázquez! ¿Qué ve la gente en Velázquez últimamente? Prefiero mil veces El Greco. Era un pintor de verdad", dijo Picasso en una ocasión. Cuando estaba trabajando en Las señoritas de Aviñón, visitó varias veces el estudio de París de su amigo Ignacio Zuloaga para admirar la Visión del Apocalipsis, ahora propiedad del Metropolitan, una escena del juicio final originalmente destinada a cubrir una de las paredes del hospital de San Juan Bautista.

La intensidad obsesiva de las pinturas de El Greco, sus figuras exageradamente alargadas, las posturas retorcidas y complejas de sus personajes y los fuertes contrastes de luz y color alimentaron durante años las teorías más variopintas sobre su vida y su arte. Se le calificó a la vez de místico, de profeta del arte moderno, y se especuló incluso con la posibilidad de que padeciera astigmatismo.

La exposición es la más completa desde la retrospectiva de la National Gallery of Art de Washington en 1982. Empieza con dos iconos, La dormición de la Virgen y San Lucas pintando a la Virgen, ambos realizados durante su aprendizaje en Creta, y culmina con La Adoración de los pastores, un cuadro que El Greco pintó en 1614 para adornar su tumba en Santo Domingo el Antiguo. Entre los numerosos préstamos figuran los del Museo del Prado y de Patrimonio Nacional.

El Metropolitan rompe la progresión cronológica al mostrar por primera vez juntas tres versiones de La fábula, una composición atípica en la producción del pintor, que retrata a un joven acompañado por un mono y un curioso personaje, que se afana por encender una vela. Elaborados entre 1570 y 1580, los cuadros estaban hasta ahora dispersados entre la National Gallery de Escocia, la colección particular de los duques de Harewood y el Museo de Capodimonte, en Nápoles. Otra sala se dedica exclusivamente a los retratos: el de Antonio de Covarrubias, su gran amigo, o el de un artista anónimo, seguramente su hijo, Jorge Manuel Theotokopoulos, aquellos que, dos generaciones más tarde, estudiaría Velázquez con reverencia.

"Hay abusos de luz y de oscuridad, de contrastes violentos, de colores singulares, de poses extravagantes", escribió Teophile Gautier en su Viaje a España en 1845. "En todo esto se siente una energía depravada y una gran fuerza que desvelan el gran pintor y la locura del genio".

El Greco tuvo una influencia crucial en los artistas de los siglos XIX y XX. El Metropolitan se ha esforzado en subrayarlo al colgar reproducciones fotográficas de obras que, siglos después de su muerte, se inspiraron en su peculiar estilo. Así, vemos que Franz Marc esbozó la Agonía en el jardín, Cezanne reprodujo su propia versión de la Dama del Armiño y Jackson Pollock dibujó a lápiz los contornos de la misma Visión del Apocalipsis que fascinó a Picasso.

"El Greco es uno de los pocos maestros de la pintura realmente popular", escribe Philippe de Montebello, director del Metropolitan, en la introducción del catálogo. "Como Vermeer, Piero della Francesca y Boticelli, fue rescatado de la oscuridad por un grupo de ávidos coleccionistas y críticos del siglo XIX, para convertirse en uno de los miembros selectos del panteón de los grandes pintores".

Doménikos Theotokopoulos nació en 1541 en Creta, entonces territorio veneciano. Allí empezó pintando iconos. De su paso por Venecia y Roma absorbió la riqueza de los colores de Tiziano y Tintoretto, y se dejó influir profundamente por el estilo manierista de Miguel Ángel, un estilo que proponía sustituir la imitación de la naturaleza por la intuición, un arte que prefería la interpretación intelectual a la representación realista del mundo.

Al no encontrar comisiones importantes en Italia, El Greco se trasladó a España en 1576, con la esperanza de convertirse en pintor de la corte de Felipe II. El monarca, sin embargo, no mostró gran interés por su peculiar estilo y el pintor acabó instalándose en Toledo, donde permanecería hasta su muerte, en 1614. Rodeado de un pequeño grupo de intelectuales y de mecenas, El Greco continuó explorando y profundizando las posibilidades del manierismo, mientras sus contemporáneos en Italia volvían a estilos más naturalistas.

La exuberancia de El Greco se adaptó bien a los propósitos de la Contrarreforma. Ante la rebelión protestante, la Iglesia católica se propuso reafirmar la fe en sus dogmas. El arte religioso se convirtió en uno de sus principales vehículos y Toledo, sede del arzobispado, jugó un papel crucial. Las obras del pintor sirvieron para expresar con imágenes potentes y figuras expresivas la renovada importancia de los sacramentos, la Virgen y los santos.

Su muerte, el 7 de abril de 1614, abrió un largo periodo de olvido hasta que fue redescubierto en el siglo XIX. Delacroix tenía una copia del Expolio de

Cristo, y John Singer Sargent, una de las versiones de San Martín y el mendigo. William Stirling, un crítico inglés de la época, le definió como un "artista que alternaba entre la razón y el delirio". Aldous Huxley escribió en 1950 que "como los posimpresionistas tres siglos más tarde, usó objetos naturales como material bruto para crear, a través de una distorsión muy calculada, su propio mundo de formas pictóricas, con su propio espacio y su propia luz".

<i>Lacoonte</i> (comienzos de la década de 1610), de El Greco, procedente de la National Gallery de Washington.
Lacoonte (comienzos de la década de 1610), de El Greco, procedente de la National Gallery de Washington.
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