Versos de Horacio propios de la circunstancia
"Non omnis moriar..." Juan Pablo II se encontraba rodeado de sus más estrechos colaboradores, días atrás, cuando empezó a recitar en latín a Horacio: "No moriré del todo..." El Papa, con una media sonrisa, quiso de ese modo tranquilizar en aquel momento a los asistentes, inquietos todos por su cada vez más frágil salud.
En cualquier caso, Karol Wojtyla no teme a la muerte. Desde que en 1981 sufriera en plena plaza de San Pedro un intento de asesinato a tiros por parte del terrorista ultraderechista turco Ali Agça, hay una constante en la vida del pontífice: cuando se le presenta cada una de sus enfermedades de vejez, Juan Pablo II aprovecha cualquier ocasión para hablar del final de la existencia y para subrayar que sabe bien que el suyo personal puede ya no estar distante. Pero el Papa nunca se abstiene de recordar que el sufrimiento constituye, para él, un sacrificio gozoso, y que el momento de fallecer se halla en manos divinas.
Por ejemplo, el pasado sábado, con motivo de la misa oficiada por el cardenal Joseph Ratzinger en memoria de los dos pontífices que fallecieron en 1978 -Pablo VI y Juan Pablo I-, el papa Wojtyla afirmó que los cristianos no debían temer, sino "confiar en el Señor". "Nadie vive por sí mismo, nadie muere por sí mismo; vivamos o muramos, pertenecemos al Señor", dijo.
Ritmo normal
La anécdota de los versos de Horacio -que fue revelada ayer por un periodista especializado en el Vaticano, Marco Politi, en el diario La Repubblica- concuerda con todas las afirmaciones emitidas últimamente por la alta jerarquía católica acerca de la extraña paz que reina en los apartamentos papales. Juan Pablo II, ya físicamente muy impedido, y muy expuesto a causa del Parkinson a crisis cardiovasculares, vigilado continuamente por médicos, insiste no obstante en mantener el ritmo normal de trabajo, sin abandonos propios de fin de régimen ni tampoco apresuramientos por concluir la tarea. Quienes se hallan próximos a él aseguran que mantiene clara la mente y agudo el sentido del humor.
El adelantamiento del Consistorio fue interpretado ayer como un intento de racionalizar las ceremonias vaticanas, uniendo la reunión de cardenales a los actos de celebración del 25 aniversario. También cabría pensar, sin embargo, que Juan Pablo II trataba de clausurar lo antes posible su novena ronda de nombramientos cardenalicios y completar de esa forma el círculo de púrpura que estará encargado de elegir a su sucesor, por si el momento imprevisible estuviera próximo.
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