Repaso del Valencia al Madrid

Por personificarlo en dos hombres: Aimar gobernó la primera media hora del partido y Baraja la última media. La primera fue magistral y la segunda simplemente industriosa. Con eso, el Valencia hizo trizas el sábado a un Madrid superado por la presión, por el ambiente y por el frenético ritmo de su adversario. Un Madrid sin respuesta al primer gran rival de la temporada. Todas sus carencias quedaron al descubierto, la debilidad de su defensa y la inconsistencia de su centro del campo, que recibió un repaso sin paliativos. Beckham, Figo, Zidane y Cambiasso quedaron empequeñecidos respecto a Aimar, Baraja, Jorge López y Vicente. No hubo color.

Un respiro, por favor. La primera media hora del cuadro de Benítez fue tan apabullante que no dio lugar al pestañeo. Ni del público ni del contrario. Quien cerró un instante los ojos se perdió algo grande. De Aimar preferentemente. Cara a cara frente a su ídolo Zidane, Aimar pidió a voz en cuello un relevo generacional. A punto de cumplir los 24 años, el media punta argentino ha alcanzado un punto de madurez que no tenía Zidane a su edad. Rompió cuantas veces quiso la zaga madridista y encontró el apoyo permanente de Mista, que entendió su lenguaje. El del toque rápido, la jugada al hueco, la constante triangulación. Y, sin embargo, el exagerado despliegue físico local, acompañado de la armonía de todas sus líneas, acabó cobrándose su propia víctima: Aimar, que se marchó renqueando a la media hora.

Michel Salgado abroncó a sus compañeros mientras Beckham bramó contra el árbitro

El incendio levantó ampollas en el Madrid, que no sabía por dónde le llegaban los tiros. En medio del cos, Michel Salgado, que ha adquirido galones últimamente, echaba unas broncas tremendas a sus compañeros. Y Beckham bramaba contra el árbitro. En inglés, se supone. Roberto Carlos fracasó en su intento de frenar a Jorge López, que sirvió el pase de gol a Mista, precisamente un tipo huido en su día de la cantera madridista. En el pase de Jorge López hay que decir que no fue un pase cualquiera. Llegó a la línea de fondo y el estadio le pedía un centro de primeras. Pero no. No es éste un jugador nada dado a la demagogia. Así que se paró, oteó el panorama y sólo centró cuando vio que Mista le dibujaba el desmarque. Un gran desmarque, por cierto, que acabó en el primer gol.

Ante delanteros de verdadera entidad, los jóvenes centrales madridistas -Pavón y Raúl Bravo-se derrumbaron. Justo lo contrario que los centrales de Mestalla, David Navarro y Marchena, que defendieron a Ronaldo con inteligencia, potencia y anticipación. Benítez fue justo con Navarro, que se ganó la titularidad tras haber cumplido sobradamente ante la espantada de Ayala.

Ya es noticia que el centro del campo madridista, con todo el arsenal del que dispone, fuera manifiestamente inferior. Pero así fue. El secreto fue la raya que marcó Albelda y que Guti, sobre todo, Guti fue incapaz de borrar. Se arrugó. De ahí que fuera sustituido al comienzo del segundo tiempo por Portillo, otro que pasó inadvertido. Además, Baraja fue más que Cambiasso y Beckham juntos. Benítez, en suma, obligó a defender al Madrid y por ahí comenzaron el calvario los hombres de Queiroz.

Los dos equipos llegaron cansados al tramo final. Por diferentes motivos, claro. El cuadro local por su derroche y el visitante por su sufrimiento. El partido se desinfló, pero el Valencia siempre dio la sensación de estar varios cuerpos por encima de su rival. Baraja se hizo definitivamente el dueño del encuentro y de eso sacó partido Oliveira, que remató la cita con un tanto muy merecido. Va a resultar ahora que el delantero brasileño, por el que tanto se pelearon en agosto el director deportivo y el entrenador, es el atacante que tanto tiempo necesitaba Mestalla. Velocidad y pegada no le faltan.