Dadá en Málaga
Una plétora de esculturas, pinturas y fotografías se alborotan en la sala donde se expone la colección permanente del CAC. No hay concierto. Donde habla un Gabriel Orozco le da la espalda un Txomin Badiola. A su lado, Juan Muñoz se muestra autista. Y así unos cuantos pasos más allá. Nada hay que nos hable de un discurso coherente. Tras una visita a este espacio, uno siente una profunda y a veces inquietante preocupación sobre el reciente futuro perdido de la mayoría de los museos que se han ido creando a lo largo de la geografía española. Quizá la única y más irónica pieza que represente la huida hacia delante de estos centros sea la de Thomas Hirschhorn -Art Center (Blow down), 2001-: un museo del tamaño de una casa de muñecas invita a contemplar en sus paredes de cartón la muerte producida en serie como si fuera una marca de Chanel número 5 o las americanas de corte italiano de H. Zegna. La cocina del infierno de Hirschhorn (Berna, 1957) produce suculentas imágenes aptas para el consumo del gran público.
THOMAS HIRSCHHORN
'United Nations Miniature'
CAC Málaga. Alemania, s/n Hasta el 16 de noviembre
En medio del barullo de tantas obras mezcladas por una mente saturada por las fantasías de la hiperactividad artística surge, demoledor, el pequeño universo de ruina y destrucción que, de nuevo, Hirschhorn regala a la conciencia humana para colocarla en situación de compromiso. En United Nations Miniature (2000-2003), el artista suizo -que viene del campo del grafismo publicitario- muestra la ansiedad cáustica de los dadaístas a través de la fría y dura parodia de la guerra como un gran anuncio publicitario. Como aquellos jóvenes que se reunieron en el cabaret Voltaire de esa especie de mazmorra que era Suiza en tiempos de la Primera Guerra Mundial, Hirschhorn, formado en Zúrich, se manifiesta contra el dogmatismo de las balas, su obra no se sitúa de manera estética ante la vida, sino que a través de los materiales pobres persigue con mordiente ironía los acontecimientos contemporáneos.
United Nations Miniature es un impresionante tinglado de pequeños objetos que simbolizan progresivamente la destrucción de la humanidad por la guerra y representa en miniatura 11 regiones en conflicto mundial, desde Ruanda hasta Afganistán, pasando por Sierra Leona, Kosovo o Chiapas. Vale la pena ver este inmenso espejo ensangrentado en nuestro camino, un gran campo de destrucción -plástico y papel calcinados, helicópteros de juguete derribados, y la ONU que "lava más blanco" en medio de tanta obscenidad- convertido en un circuito por donde el visitante puede pasear y leer manifiestos e informaciones acerca de lo que ocurre en cada país.
Estos ejercicios de saturación y desbordamiento apuntan a la epidemia de la superinformación a la que está sometido el ser humano. Hirschhorn -como Beuys y su idea de "escultura social"- busca implicar al espectador: "Yo no hago arte político, sino política del arte".
Parecidos a los (anti)Monumentos que el artista dedicó a Deleuze en Aviñón, a Spinoza en Ámsterdam y a Bataille en Kassel, las "naciones unidas" que ahora vemos en Málaga son, como quisieron los dadaístas, la demostración "del gran espectáculo del desastre, el incendio, la descomposición. Preparamos -escribió Tzara- la supresión del dolor y sustituimos las lágrimas por sirenas tendidas de un continente a otro".
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