Relevado el obispo Pedro Casaldáliga al cumplir 75 años
El Vaticano ha relevado, nada más cumplir 75 años, a Pedro Casaldáliga, el mítico obispo de Sâo Félix de Araguáia (Mato Grosso, Brasil), nacido en Cataluña. Perteneciente a la congregación de los claretianos, Casaldáliga ha sido en Brasil uno de los obispos más valientes, defensor de la Teología de la Liberación, y chocó muchas veces no sólo con los latifundistas de la Amazonia, que atentaron varias veces contra su vida, sino también con la dictadura militar y con el mismo Vaticano, que le convocó para un proceso de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio).
Casaldáliga ha aceptado el relevo en silencio. De todo el mundo le llegan mensajes de solidaridad. El pasado fin de semana recibió la visita de dos de los ministros considerados símbolos de la renovación del presidente Lula: de Educación, Cristovam Buarque, y la de Medio Ambiente, Marina Silva, un mujer que aprendió a leer y escribir a los 16 años en un convento de monjas.
"Si el obispo que me suceda desea seguir nuestro trabajo de entrega a los más pobres", dice Casaldáliga, "podría quedarme a trabajar con él como sacerdote; de lo contrario, buscaré otro lugar donde poder acabar mis días al lado de los más olvidados".
Recuerda que, cuando llegó a su diócesis, "faltaba todo: en sanidad, educación, administración y justicia; faltaba, sobre todo, en el pueblo la conciencia de los propios derechos y el coraje y la posibilidad de reclamar". Y comenzó a trabajar. Lo primero fue crear escuelas, dispensarios, defender los derechos de los campesinos sin tierra, gritar contra las atrocidades de los latifundistas. Defendió a los indios tapirapés, gritó contra los incendios provocados de la selva. Decía a quienes le acusaban de interesarse demasiado por los problemas "materiales" de los pobres que no concebía "la dicotomía entre evangelización y promoción humana".
Por más de 35 años vivió en su diócesis, en una pobre casa de campesino, sin doblegarse nunca, ni siquiera cuando vio asesinar a sus pies, por policías militares, al jesuita Joâo Bosco Burniera, su colaborador. Siempre se atuvo a su lema: "No poseer nada, no llevar nada, no pedir nada, no callar nada y, de paso, no matar nada".
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