Carlos Reigosa reinventa con pasión la leyenda artúrica

Lanzarote fue tentado para abandonar las filas de la Mesa Redonda. Merlín engañó a todo el mundo y su destino no fue quedar atrapado en una roca, sino vivir muy feliz en el cuerpo de un caballero joven. El rey Arturo afrontó su última batalla como un caudillo poderoso, muy distinto del monarca en ocaso que ha imaginado la tradición. Estas tres lecturas revisionistas de la leyenda artúrica son los temas centrales de los tres episodios que componen Hermano Rey Arturo (Akal), simpática incursión literaria en el universo de Camelot del periodista y escritor Carlos G. Reigosa (Lagoa de Pastoriza, Lugo, 1948), autor de novelas como Crimen en Compostela y La guerra del tabaco.
Ferviente lector del ciclo artúrico y nostálgico reivindicador de su herencia celta como gallego, Reigosa se ha sumergido apasionadamente en la portentosa bruma de la que surgió Excalibur para reescribir en este libro de un centenar de páginas, con ilustraciones de Xosé Freixanes, historias que le parecían, dice, incompletas, imprecisas o inexactas. "Son tres desacuerdos que tenía con la materia artúrica", afirma. "Nunca me he podido tragar unas cuantas cosas. Me era difícil creer que Lanzarote no deseara que alguien le librara de la fidelidad a Arturo; que Merlín, el gran mago, fuera tan imbécil como para dejarse encerrar por toda la eternidad o que Arturo muriera sin vigor".
El amor de Merlín
Reigosa reescribe, pues, la tradición y lo hace un poco a la manera de Steinbeck, acercando los personajes artúricos a la sensibilidad actual: Lanzarote del Lago y el feroz Tarquin dialogan en un descanso de su largo combate, y el segundo trata de debilitar la fe del mejor caballero en su rey con argumentos que colocan a Arturo a la altura de un Bush. Mientras que en el diálogo que sostienen Merlín y su colega el mago Lagoo, las opiniones sobre el amor del primero resultan conmovedoras y cercanas.
Con su libro, el autor ha perpetrado, señala, "una pequeña venganza bretona" contra el ejército de escritores anglosajones que, desde Godofredo de Montmouth hasta Terence H. White, pasando por Malory, Scott o Tennyson, se apropiaron de la tradición artúrica tomada de los derrotados -"pero no vencidos"- celtas britanos y bretones.
De la actual investigación sobre la realidad histórica de Arturo, Reigosa opina que es muy posible que éste, de existir, no fuera rey, sino un cabecilla tribal, pero recalca al mismo tiempo que resulta imposible cambiar la tradición literaria y abolir el reino de Camelot en la imaginación. De la fijación gallega con la materia artúrica, el escritor, que aprovecha la conversación para reivindicar al malvado Mordred, al que considera que "no se le ha hecho justicia", indica que el paisaje de Galicia tiene mucho que ver con ello. Reigosa recordó cómo Cunqueiro "se trajo directamente aquí a Merlín", para el que las nieblas emanadas de las rías no debían ser muy diferentes de las de Avalon.
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