AVE de bajo vuelo
En otros tiempos la entrada en funcionamiento de una obra de la envergadura del AVE Madrid-Lleida en las condiciones en que lo hará el 11 de octubre habría servido para orquestar una formidable campaña contra la ineficacia y la imprevisión del Gobierno. Hoy eso no ocurre por la sencilla razón de que los orquestadores están en el Gobierno y son los responsables de la ineficacia e imprevisión de hoy.
El AVE Madrid-Lleida, que, según las previsiones oficiales, debería haber entrado en funcionamiento en diciembre de 2002, no sólo lo hará con varios meses de retraso, sino a velocidad reducida -200 kilómetros por hora de máxima frente a los 350 previstos- y con trenes tomados de prestado al AVE Madrid-Sevilla, en espera de que estén listos los destinados a la nueva línea. La respuesta a esa situación por parte de las comunidades afectadas, la de Aragón, con un Gobierno socialista, y la de Cataluña, con uno de CiU, ha sido la realista del más vale algo que nada y rehuir la polémica sobre el rechazo del ministro Álvarez-Cascos a reconocer cualquier tipo de irregularidad o deficiencia en la gestión de la primera línea de alta velocidad acordada por el Gobierno del PP y, por supuesto, a asumir cualquier tipo de responsabilidad política.
La reacción del PSOE ha sido exigir la comparecencia en el Congreso de Álvarez-Cascos para que al menos garantice que la nueva línea funcionará con las debidas condiciones de seguridad. Fue el propio ministro quien, en marzo pasado, esgrimió esa cuestión -"la seguridad es más importante que las prisas", declaró en el Congreso- para justificar los sucesivos retrasos en la puesta en marcha de la línea. Por ello, aunque no quepa pensar que nadie va a autorizar la entrada en funcionamiento sin esa garantía, no está de más que el propio ministro lo certifique en sede parlamentaria. Y que ofrezca alguna explicación de por qué despreció en enero pasado las advertencias de los geólogos de Aragón sobre la fragilidad de las tierras sobre las que se asientan algunos tramos de la vía y, en cambio, las ha atendido ocho meses después ordenando la realización de las correspondientes obras de reparación, con el consiguiente retraso en la puesta a punto de la infraestructura.
La inauguración del AVE Madrid-Lleida en condiciones técnicas alejadas de la alta velocidad exigiría al menos una argumentada explicación del titular de Fomento. Pero en lugar de ello, su departamento ha vuelto a echar mano de la propaganda comparando ventajosamente la puesta en marcha del AVE Madrid-Lleida con la del Madrid-Sevilla y acusando a los críticos de no querer que los potenciales usuarios de la nueva línea se beneficien de sus ventajas respecto del tren convencional. Álvarez-Cascos sigue fiel a sí misno en la interpretación de los sucesivos desatinos en las obras del AVE Madrid-Lleida: negarlos de plano o en todo caso achacarlos a otros, se trate de sabotajes,de decisiones del Gobierno de Aragón o de anteriores Gobiernos socialistas. Todo menos rendir cuentas y admitir la propia responsabilidad.
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