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Reportaje:

El camino hacia la Meseta

Más de un centenar de objetos narran los avatares de Orduña desde la prehistoria en una exposición monográfica en Bilbao

Orduña, la única ciudad de Vizcaya, con un título oficial que le reconoce como tal desde el siglo XV, se sitúa en una isla en territorio alavés. Ello ha hecho que la localidad sea poco conocida para el resto de los vizcaínos. Para paliar esta lejanía, la Diputación de Vizcaya presentó ayer Orduña. La ciudad y la memoria, una exposición monográfica sobre la historia de una ciudad que durante siglos fue importante centro de intercambio económico con la Meseta. De hecho, el ferrocarril sigue usando hoy la Peña de Orduña como salida a Castilla. La Diputación ha organizado anteriormente exposiciones similares dedicadas a Balmaseda, Lekeitio y Bilbao.

La muestra, que se podrá ver en la sala del Archivo Foral (María Díaz de Haro, 11) hasta el 31 de octubre, está integrada por un centenar de importantes obras de arte relacionadas con la localidad. Entre las piezas destacan el cuadro El viejo requeté, de Ignacio Zuloaga, y obras de Darío de Regoyos y Gustavo de Maeztu. La exposición presenta un manuscrito fechado en 1789 que incluye un plano de la ciudad en esa fecha y que nunca había sido expuesto al público hasta ahora, y otro sobre la Regla de la Cofradía de Santa María, de 1364, el más antiguo de los que se exhiben. Completan la muestra una selección de orfebrería religiosa procedente de las iglesias del entorno, vestidos, monedas, maquetas y algunas piezas curiosas más recientes, como una pesa de madera para pesar niños.

Cinco instalaciones audiovisuales pretenden acercar la exposición "a un público más joven, acostumbrado a estos soportes", indicó la diputada de Cultura, Belén Greaves. Una de estas instalaciones recrea el incendio de Orduña en 1535, que supuso un antes y un después en la historia de la ciudad y causó gravísimos daños urbanísticos. El incendio fue el inicio del declive económico y estratégico de la localidad.

Una mujer oberva una talla de San Miguel del siglo XVIII, en madera policromada, procedente del santuario de La Antigua.
Una mujer oberva una talla de San Miguel del siglo XVIII, en madera policromada, procedente del santuario de La Antigua.FERNANDO DOMINGO-ALDAMA
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