Fraude en las contrataciones
Presume José María Aznar de la creación de empleo permanente gracias a su política y, especialmente, a la fortaleza de la economía de nuestro país. En vez de presumir por ese crecimiento del empleo, debería, cuando menos, preocuparse, si es que le queda un poco de sensibilidad.
En el último año, en la España gobernada por el PP se formalizaron 12.896.288 contratos de carácter temporal. 3.843.093 tuvieron una duración inferior a un mes. 2.021.466 fueron inferiores a una semana. Alrededor de 600.000 (591.836) se prolongaron entre siete y 15 días, y 1.225.946 superó la quincena pero no llegó al mes.
Los datos, por sí solos, dan un poco de escalofrío pero aún resulta más escalofriantes si entramos a desmenuzarlos. Es decir, detrás de esos números hay personas que son las que viven y sufren esas formas de contrataciones.
Las empresas se frotan las manos, acogiéndose a los contratos temporales. Los empresarios utilizan estas formas de contratación cometiendo fraude de ley sistemáticamente, porque para una misma actividad laboral hacen múltiples contratos y esa actuación está penalizada. Tienen las inspecciones provinciales de trabajo un campo importantísimo donde trabajar y descubrir los innumerables fraudes.
¿Quién de esos 3.843.093 contratados para trabajar menos de un mes tiene fuerza para denunciar, o simplemente para exigir respeto en el lugar de trabajo? ¿Acaso van a exigir que se cumpla el convenio que corresponda? ¿Cómo decirle al empresario de turno que está trabajando en pésimas condiciones y que sus derechos no son respetados?
Junto a cada contrato temporal nos encontramos a personas indefensas, maltratadas, asustadas, que apenas son capaces de juntarse con gente que está en la misma situación para defenderse y denunciar sus modelos de contratos y sus reprobables condiciones.
No podemos llamar empleo a lo que en realidad es una forma de explotación nueva, inventada o aplicada por los gobiernos y, en demasiados casos, apoyadas por las organizaciones sindicales burocratizadas y alejadas de la gente trabajadora que, en absoluto, están de acuerdo con su forma de proceder.
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