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Reportaje:

Tras la pista del primer americano

Un estudio morfológico indica que los amerindios convivieron con otras poblaciones llegadas antes de Asia

El origen del primer poblador del continente americano continúa siendo poco claro pero, a diferencia de lo que se ha venido sosteniendo hasta la fecha, muy probablemente partió del sudeste asiático y no del norte de este continente, como se creía. Además, sus rasgos no eran mongoloides y podía adaptarse con relativa facilidad a distintos ambientes. Esta población primigenia, llamada paleoamericana, convivió, hasta su extinción, con los amerindios, de rasgos mongoloides, descendientes de una oleada migratoria posterior procedente de Asia.

Hasta hace tiempos muy recientes, pocos eran los que se atrevían a discutir en público el origen del primer americano. Todos los indicios arqueológicos señalaban al hombre de Clovis, el arquetipo del gran cazador procedente del noreste de Asia que cruzó el estrecho de Bering hace poco más de 11.500 años. Desde ahí, habría colonizado poco a poco Norteamérica descendiendo por el corredor de Alberta, el único viable dado el periodo glacial que padecía el continente, para extenderse hacia el sur. Este primer poblador, según esta visión, sería el ancestro común de las distintas poblaciones amerindias, tanto las que habitan en el norte como las que encontraron Colón y los conquistadores españoles a a su llegada a América del Centro y del Sur.

"Hernán Cortes les vió la cara a los paleoamericanos", dice un antropólogo

Sin embargo, diversos hallazgos hechos públicos durante el último decenio han puesto en duda esta visión. Distintos yacimientos han evidenciado lo que hasta el momento se creía una coexistencia con individuos de rasgos no mongoloides cuyo origen no estaba esclarecido. Sus restos se han hallado principalmente en Brasil y Colombia, y esporádicamente en México y Estados Unidos. El análisis de 33 cráneos, 22 de ellos considerados los más antiguos de cuantos se han hallado en América y otros 11 recientes del sur de la Baja California, ha evidenciado ahora una conexión insólita con poblaciones del sudeste asiático y de Australia. El trabajo, publicado en Nature por el investigador argentino Rolando González, un doctorando de la Universidad de Barcelona, sugiere que hay un ancestro común entre americanos y australianos que se dispersó a partir de las regiones de Indonesia, Java y Sumatra.

"La palabra la tienen los arqueólogos", dice González. El análisis comparativo de los cráneos, sin embargo, no parece dejar lugar a dudas: "Las muestras analizadas al sur de la Baja California guardan mayor relación morfológica con los primeros paleoamericanos encontrados en Brasil que con los actuales amerindios". Asimismo, añade, la relación es también mucho mayor con los primeros colonizadores australianos, fechados en unos 40.000 años, y con otras poblaciones del sudeste asiático, que con las del noreste, las claramente vinculadas con los amerindios.

El trabajo de González, que es el resultado de una tesis doctoral dirigida en la Universidad de Barcelona por Miquel Hernández, que también firma el artículo de Nature, viene a corroborar que la vieja visión de una migración única del noreste asiático como origen de los primeros pobladores americanos tiene cada vez menos sentido. El arqueólogo argentino cree, por el contrario, que lo que hubo en realidad fue un paso continuo de individuos de Asia a América aunque por vías distintas. Y que la conexión hallada entre la Baja California y Brasil, así como otros datos recientes de yacimientos costeros del arco pacífico americano, sustentan la teoría de un grupo de población no mongoloide que alcanzó las costas entre 1.000 y 2.000 años antes.

Este primer grupo se extendería por todo el continente conviviendo, tras su llegada, con otros grupos "claramente diferenciados morfológicamente", los de rasgos mongoloides que darían lugar a los amerindios. La coexistencia, que probablemente daría lugar a mestizaje, como sugieren restos hallados en la Patagonia, al sur de Chile y Argentina, alcanzaría por lo menos hasta la llegada de los colonizadores españoles. "Hernán Cortés les vio la cara" a los paleoamericanos, sostiene González. Poco después se extinguirían. El último resto fechado tiene ya más de 300 años.

El porqué de la existencia de un grupo tan tardío de paleoamericanos en la Baja California es una incógnita. González apunta que el desierto de Sonora, que parte prácticamente en dos a la península mexicana, actúo de "tapón genético", es decir, mantuvo al grupo suficientemente aislado hasta su final.

Los resultados publicados, además de lo que digan los arqueólogos, están pendientes también del análisis molecular de los restos. Aunque la información obtenida por el estudio de los cráneos es considerada valiosa, como lo prueba un elogioso artículo editorial de la propia revista Nature, el estudio comparativo del código genético de distintas poblaciones acabará de decir si la nueva teoría es correcta o no.

Reconstrucción de un enterramiento paleoamericano en la península de Baja California.
Reconstrucción de un enterramiento paleoamericano en la península de Baja California.ROLANDO GONZÁLEZ-JOSÉ

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