Ministro al fin
El nuevo ministro de Ciencia y Tecnología, Juan Costa (Castellón, 1965), se ha dedicado desde muy joven a la política. Estudió Derecho en Navarra y, tras un breve paso por una empresa consultora, salió elegido diputado por Castellón en 1993. Entonces conoció al actual vicepresidente primero, Rodrigo Rato, en aquel momento portavoz del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso. Rato tiene predilección por Juan Costa y siempre le ha mantenido muy a su vera.
Con apenas 31 años, Rato le nombró secretario de Estado de Hacienda, el número dos de su ministerio. Tuvo un grave tropiezo cuando acusó a los socialistas de haber aplicado una amnistía fiscal por 200.000 millones de pesetas de entonces, que no pudo demostrar en el Congreso. Se ganó el rechazo de los inspectores de Hacienda y situó a la Agencia Tributaria en una crisis de la que ha tardado mucho en recuperarse.
En aquel momento se mostró mejor gestor que político. Costa es artífice de la modernización del sistema informático de Hacienda. Un gran avance que permitió acortar los plazos de las devoluciones de los impuestos y que las relaciones con empresarios y profesionales estén totalmente automatizadas. Impulsó la primera reforma del IRPF del Gobierno del PP en el año 1999, la que marcó el modelo que se ha desarrollado después.
Se barajó su nombre para ministro en casi todas las remodelaciones que ha llevado a cabo Aznar. Hasta ayer, siempre se había caído de la lista, pero siempre era repescado por Rato. En esta última legislatura, pasó de Hacienda a ocupar la Secretaría de Estado de Comercio, Turismo y Pymes, un puesto que le ha permitido pasar a segundo plano durante estos últimos años.
Costa es rápido de reflejos, un buen negociador y muchas veces brillante, aunque le pierde cierta soberbia. En su primera etapa en Hacienda le costó formar un equipo estable. Tuvo varios jefes de gabinete, porque no era fácil seguir un ritmo de trabajo que muchos días terminaba de madrugada. Al frente de Comercio ha vivido casi más fuera que dentro de España.
El nuevo ministro de Ciencia y Tecnología está separado y tiene un hijo. Es aficionado al esquí y al submarinismo, le gustan las motos y el cine. Su talante es abierto y distante de los tópicos sobre la derecha.
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