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LA POSGUERRA DE IRAK | La reconstrucción
Columna
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Bush, el pirata y Alejandro Magno

Andrés Ortega

Bush y Blair han metido al mundo en un lío con la conquista de Irak. No sólo porque no se encuentren las armas de destrucción masiva que sirvieron de excusa a la guerra, sino, sobre todo, por la enorme chapuza de su acción, aunque ya viviéramos un avance en Afganistán, convertido de nuevo en un problema. Lo más sorprendente es la falta de preparación para la posguerra, tras una guerra fácil dada la superioridad tecnológica de la hiperpotencia. De nuevo estamos ante un fallo de planeamiento y de los servicios de inteligencia. La doctrina de la guerra preventiva no sólo es ilegal, sino que, como recuerda Gregory Treverton, sin buenos servicios de información se vacía.

Pero que hayan metido al mundo en un lío no significa que debamos dejar que salgan de él por sí solos, pues no podrán. Hay que ayudar a Bush, a Blair y a los otros. Pues lo que resulte de la crisis de Irak nos incumbe a todos. La Administración de Bush había indicado que necesitaba ganar la guerra de Irak para "volver a dibujar el mapa" de Oriente Próximo. El resultado es que la paz en la región está aún más lejana, e Irak se sitúa al borde de una guerra civil con el retorno de las tensiones internas reprimidas por la dictadura, además de una o varias resistencias contra las fuerzas ocupantes. Ahora está claro que el mundo necesita que se acelere el proceso político para Irak, para lograr un marco estatal plenamente reconocido por el Consejo de Seguridad. Una labor esencial de los europeos es convencer a Washington de ello y evitar que la resistencia iraquí, como ha hecho con el brutal atentado contra la sede de la ONU en Bagdad, asesine no sólo a los representantes, sino, en palabras de Bernard Kouchner, a la propia comunidad internacional. La Administración, al menos la gente de Powell, parece comprenderlo, y ha empezado a lanzar guiños en este sentido. Está por ver si se traducen en resoluciones concretas que sitúen a Naciones Unidas en el centro de una nueva legitimidad.

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En La Ciudad de

Dios relata Agustín que, al preguntarle Alejandro Magno a un pirata prisionero por qué tenía que causar estragos en el mar, le repuso: "Y tú, ¿por qué tienes que causar estragos en el mundo? Porque sólo tengo un pequeño navío, me llaman pirata; tú, que tienes una gran flota, tomas el nombre de conquistador". En nuestros días el pirata habría llamado eso de otra forma, ya sea "terrorismo de Estado" o "imperialismo". En el fondo, como ya señalara el fallecido Philip Windsor, Alejandro Magno no era terrorista por las razones que indicaba el pirata, sino por haber cortado el Nudo Gordiano, cuya "complejidad laberíntica estaba calculada para derrotar al más paciente e ingenioso". Alejandro, haciendo gala de un "pensamiento lateral", lo cortó con su espada: "Ésa fue la acción del terrorista", pues, para Windsor, "un terrorista es alguien que no tiene paciencia para la complejidad que implica deshacer nudos".

El que lo deshiciera, según el oráculo, sería el dominador de toda Asia. Se podría ver en la impaciencia de Alejandro ya no al "terrorista", sino al gobernante que busca la vía rápida y expeditiva, como Bush la ha buscado en Irak, donde ha roto un Nudo Gordiano. Bush, sin la previsión y la preparación suficiente, ha soltado demasiados cabos. Atarlos de otra forma, demócrática, va a resultar difícil. Bush ya lo reconoce al hablar de "meses o años". Aunque, respecto a la guerra, como pensara Voltaire, "es peligroso tener razón cuando el Gobierno está equivocado", salir de esta situación bien es ya es asunto de todos. Como concluía Windsor, "un Gobierno no tiene otra elección que demostrar paciencia. De otro modo le dará la razón al pirata". Señalar que "no hay diferencia entre volar la sede de la ONU en Bagdad para que vuelva el tirano Sadam [¿es ése el objetivo?] o volar una casa cuartel de la Guardia Civil para que el País Vasco se convierta en coto cerrado de los totalitarios", como ha hecho Aznar, es "pensamiento lateral".

aortega@elpais.es

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