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Arranca la batalla por el mercado agrícola

Los 146 miembros de la OMC intentarán en Cancún abrir por completo el sector más polémico

Fernando Gualdoni

Cancún es una cita clave para la Organización Mundial de Comercio (OMC), tanto o más de lo que pretendió ser Seattle o lo que fue la última reunión de Doha (Qatar), tras la que se lanzó la octava ronda de liberalización en la historia moderna del comercio mundial. En el complejo turístico mexicano, entre los días 10 y 14 de septiembre, los 146 miembros de la organización esperan poder dar la puntada final a la liberalización del sector agrícola, una apertura que se dejó pendiente tras ocho años de negociación de la Ronda de Uruguay (1986-1994) por imposible. Desde que se creó la OMC en 1995, cualquier intento de avanzar en este asunto ha chocado con los intereses enfrentados y cruzados de EE UU, la UE, los grandes exportadores agrícolas (Australia, Canadá, Argentina) y los países más pobres.

Los países pobres critican a Europa y EE UU por las ayudas al campo
Bruselas cree que con su reforma agraria ha cumplido y que ahora le toca a Washington

Las negociaciones de la última semana en Ginebra para preparar el terreno de la cumbre de Cancún apuntan a que la batalla que viene sobre los subsidios a la agricultura será extremadamente difícil. El optimismo que mostraban algunos negociadores ha sido diluido con ciertas dosis de pesimismo al ver la dura oposición de la UE y Estados Unidos, que de momento han presentado un frente común ante las demandas de los países más pobres.

El principal contrincante de la alianza que Washington y Bruselas parecen haber formado en la mesa de negociación será un grupo heterogéneo en el que figura la mayor parte de los países latinoamericanos y que incluye a potencias como México, Brasil, India y China. Aun así, no está claro si estas alianzas formadas en Ginebra soportarán las presiones de Cancún.

A pesar de los interrogantes y de lo que algunos negociadores llaman "falta de ambición" de la UE y Estados Unidos, en la cumbre de Cancún se renueva la esperanza de avanzar en la liberalización agrícola. Han sucedido cosas que favorecen el optimismo, como la reciente reforma de la Política Agraria Común (PAC) en la UE, aunque también otras que siembran alguna que otra duda, como la estrategia de Washington hacia una política de acuerdos bilaterales al margen de la OMC. Además, China participará por primera vez como miembro pleno en una reunión ministerial.

El hecho que la cumbre sea en México añade leña al fuego. El país está estudiando renegociar las secciones del Tratado de Libre Comercio con EE UU y Canadá que afectan a la agricultura. Las cuotas y los aranceles a las importaciones de productos agrarios se reducen drásticamente en ese tratado y los productores mexicanos temen no poder competir con los productores subvencionados de sus vecinos del norte. Un informe publicado esta semana por la ONG Oxfam International señala que los subsidios de Washington a los productores de maíz en su país están afectando a los ingresos de 15 millones de mexicanos cuya supervivencia depende del maíz.

Los datos son contundentes. Una investigación del independiente Food Policy Research cifra en 300.000 millones de dólares los subsidios agrícolas de los países más ricos. El coste para los países en desarrollo se acerca a los 24.000 millones de dólares.

Para hacerse una idea de la magnitud de los problemas que acarrea la negociación agrícola, basta recordar que el pasado marzo, y tras un año de negociaciones, los miembros de la organización fueron incapaces de acordar las bases mínimas del borrador que debe aprobarse en Cancún. Tras este primer batacazo, la OMC se encomendó a la UE. La reforma de la PAC, que comporta una reducción en las tarifas, renovó las esperanzas para Cancún.

La Comisión Europea considera que ya dio un paso importante con la reforma de la PAC, y con esa carta se presenta en Cancún. Ahora, según Bruselas, le toca mover ficha a Washington. Los países en desarrollo también critican a EE UU por las subvenciones que da a sus productores agrícolas y las protecciones que ofrece a su mercado.

Para EE UU, el acceso a los mercados es esencial y debe ser discutido en la cumbre de Cancún. Incluso condiciona el que haya avances en ese capítulo a hacer cualquier concesión en los créditos a la exportación o en los apoyos internos a su agricultura. Pero los países en desarrollo no quieren ni oír hablar de avanzar en el acceso a los mercados o en la protección de las inversiones (debate que impulsa la UE) sin que haya un acuerdo para ampliar la apertura del mercado agrícola.

La intransigencia estadounidense ha despertado muchos temores en el seno de la OMC, sobre todo porque Washington ha estado más activo en cerrar acuerdos bilaterales que en cuidar los multilaterales. "Divide y vencerás", comentaba una fuente de la organización en Ginebra (sede de la OMC), "no hay más que ver los pactos con Chile, República Dominicana... Todos mano a mano, al margen de la OMC". Para el presidente del Consejo General de la OMC, Carlos Pérez del Castillo, "no se progresará en ciertas negociaciones regionales como el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) si no hay avances simultáneos en la OMC, en la reducción de las subvenciones internas". Sin embargo, otro diplomático acreditado en Ginebra insiste en que, "si la Administración de Bush ya se saltó al Consejo de la ONU para atacar Irak, ¿por qué iba a respetar un acuerdo en la OMC que no le gusta?".

Tras el consejo general de la OMC de finales de julio pasado, la última gran cita oficial antes de Cancún, las negociaciones se mantuvieron estancadas. Todas las fuentes consultadas coinciden en que, una vez se ha abierto el camino para facilitar el acceso de los países pobres a medicamentos de bajo coste, deben producirse avances en el capítulo agrícola. De no producirse así, la cumbre será un fracaso, porque el desmantelamiento arancelario exigido por los países ricos para los productos industriales está, por ejemplo, condicionado a las concesiones que esos mismos países estén dispuestos a hacer a los en vías de desarrollo en la agricultura.

El borrador de la declaración de Cancún, cuyo primer texto se filtró a finales de julio, consta de dos partes. La primera, más fácil, pasa revista a lo ya logrado, poco desde la reunión de Doha de noviembre de 2001. La segunda parte será de orientaciones políticas para el resto de la ronda, que debería concluir el 1 de enero de 2005, y las decisiones que pueden adoptarse. Si el número de decisiones es mayor que los textos orientativos, Cancún habrá sido un éxito. Pocos son los optimistas. Tal vez suceda lo que en Doha, donde la necesidad de dar un mensaje positivo ante la crisis económica mundial tras los atentados del 11-S forzó a los miembros a ponerse de acuerdo en algo.

El gran escollo de las subvenciones

Las negociaciones de Cancún darán comienzo con dos propuestas diferentes sobre los mercados agrícolas: la de la Unión Europea y Estados Unidos frente a la que defienden los países en vías de desarrollo, respaldada por los 15 mayores exportadores del mundo. El primer bloque propone una reducción paulatina y con condiciones de las ayudas tanto a la producción como a la exportación. Introduce también recortes arancelarios mediante una fórmula híbrida que satisfaga a los partidarios de una mayor apertura de los mercados y a los más reticentes a esta idea. Asimismo establece medidas de salvaguardia para las importaciones sensibles de los países en desarrollo.

Frente a esta vaga propuesta, los países exportadores, la mayoría latinoamericanos, piden la eliminación de todos los subsidios a la exportación, en plazos sometidos al proceso negociador. Así, se sugiere abandonar los pagos directos a los agricultores incluidos en los programas de recortes de producción, así como limitar ayudas como las previstas al campo en caso de desastre para evitar tentaciones proteccionistas. De cómo se combinen todos estos factores para lanzar una propuesta coherente dependerá el éxito de la cumbre.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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