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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Aire más elevado

August Strindberg refleja en Solo la rara felicidad dejada tras las tormentas de la vida. Obra autobiográfica en la que el autor sueco deja entrever sus angustias pasadas.

El genial August Strindberg (1849-1912), en línea con Dostoievski, Balzac y Nietzsche, cautiva siempre por su exceso y a pesar de sus extravagancias, siempre demasiado humanas. La desesperación de su ánimo, la pasión con la que refiere cualquier vivencia, hacen que sus obras posean el inquietante atractivo de lo provocativo y lo grotesco. Naturalista, neorromántico o anticipador del expresionismo, el escritor sueco fue un revolucionario anticonvencional y destapó lo más escondido de las relaciones humanas y sus miserias, pero principalmente porque -como anotó su gran admirador, Thomas Mann- fue un alma grande que sufría por la maldad y la falsedad del mundo, anhelando lo puro, bello y celestial.

SOLO

August Strindberg

Edición y posfacio de Alejandro García Schnetzer

Traducción de Graciela Arancibia

El Cobre. Barcelona, 2003

127 páginas. 12 euros

Solo es una obra de carácter autobiográfico -aunque, ¿qué no es autobiográfico en Strindberg?-, prácticamente desconocida en España y de sorprendente modernidad. Un Strindberg ya en su periodo final en Estocolmo, después de sus dolorosas estancias parisienses, se muestra hastiado de las relaciones vacías y de la dependencia que crea el trato no deseado con los demás, y feliz de haber hallado la paz en sí mismo, el apartamiento y la soledad voluntaria. El silencio del cuarto a veces adornado por la música de Beethoven, las calles tranquilas de la ciudad de la infancia, los apacibles bosques lejanos y el diálogo con esos amigos imperecederos que le susurran desde los libros son sus principales goces: se trata de un mundo de calma y quietud, de pureza estética, donde ya no cabe lo desagradable.

Ahora bien, detrás de semejante estado de gracia se adivinan las angustias pasadas del hombre que ha sufrido peripecias y avatares pasionales desdichados: Strindberg se casó tres veces y su trilogía matrimonial fue un verdadero fracaso plagado de obsesiones, delirios y celos patológicos así como de incontables humillaciones. Por ello, entrevemos que esta soledad de la que disfruta el narrador de este magnífico relato, en el que aparentemente no sucede nada, es únicamente el eco de la ansiada calma después de tantas tempestades. Atrás quedaron, pues, las insoportables obsesiones descritas en Alegato de un loco o Inferno; ahora, el alma sosegada del solitario se contenta con admirar un pequeño espacio de vida exterior desde una prudente distancia. Ese aire más elevado en que respira el Zaratustra nietzscheano, que se celebra a sí mismo, mezclado con el incienso que despide la sosegada renuncia a las vanas inquietudes del mundo, recomendada por Schopenhauer, se adivinan en unas páginas mensajeras de rara felicidad.

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