El ministro de Interior italiano dice que "los ancianos mueren más por la soledad que por el bochorno"
Los ancianos italianos no han sufrido tan duramente como sus vecinos franceses los efectos de la prolongada ola de calor que ha atravesado Europa, y que todavía permanece en el centro-sur del país. Al menos no existen estadísticas homogéneas y completas que permitan hacerse una idea de los estragos causados en la población del país por encima de los 65 años de edad. Hasta el momento solamente se han publicado datos parciales de las ciudades del norte, Génova, Turín y Milán, que en las primeras semanas de agosto suman centenares de fallecidos.
Génova, donde los servicios funerarios reconocieron estar al borde del colapso a principios de este mes, ha contabilizado un total de 218 defunciones de ancianos más que en el mismo periodo de 2002.
Turín, ciudad atravesada por el río Po, donde la humedad elevó varios grados la sensación de calor (los termómetros han tocado varias veces los 40º centígrados), en los primeros 16 días de agosto registró 610 víctimas, una cifra que a fin de mes terminará superando ampliamente las muertes del año pasado que durante el mismo mes llegaron a 702.
En la ciudad de Milán, las autoridades han contabilizado 158 víctimas más, es decir, un 13% más que en el mismo periodo de 2002.
Sin embargo, en Roma, Nápoles y Palermo no se han contabilizado prácticamente víctimas a causa del calor. La razón de esta desigualdad podría estar, según el ministro italiano del Interior, Giuseppe Pisanu, en que "los ancianos han muerto más por soledad que de calor", y que la cohesión social es más fuerte en el sur de Italia que en otras regiones. El responsable de Cáritas Italia, Vittorio Nozza, coincidió completamente con el ministro al considerar que "el verdadero cáncer de los ancianos es la soledad, no el bochorno". Nozza sostiene que las amplias familias del sur han atendido mejor a sus miembros más débiles. Una impresión corroborada por el concejal de Políticas Sociales del Ayuntamiento de Nápoles, Raffaele Tecce, según el cual, en los callejones del centro histórico de la ciudad, donde el hacinamiento vecinal es total, los ancianos han encontrado la ayuda espontánea de otros vecinos en los momentos de necesidad, con el resultado de que las ambulancias y los servicios de emergencia sólo han tenido que movilizarse en la periferia.
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