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PRIMERA VÍCTIMA ESPAÑOLA EN LA POSGUERRA DE IRAK

Martín-Oar murió solo en una camilla en la calle minutos después del atentado contra la ONU

Las autoridades españolas dijeron que no se temía por su vida cuando llevaba horas muerto

Ramón Lobo

El capitán de navío Manuel Martín-Oar, de 56 años, murió minutos después del atentado perpetrado a las 16.40 del martes (hora local) contra la sede de Naciones Unidas en Bagdad. Como sólo tenía heridas visibles en los brazos, los enfermeros "debieron pensar que su caso no era grave, por lo que le dejaron solito, probablemente para atender a otros más urgentes, y cuando volvieron encontraron que ya estaba muerto", explicó Eduardo de Quesada, encargado de negocios español en Bagdad. El militar no fue a ningún hospital. Ingresó en la morgue a las 19.30, casi tres horas después del atentado.

El militar ingresó en la morgue de Bagdad menos de tres horas después de la explosión
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En contra de lo que se creyó en un principio, Martín-Oar no ingresó en ningún hospital. El certificado de defunción señala que murió de una "hemorragia interna consecuencia de un trauma craneoencefálico grave en el parietal derecho", pero no indica a qué hora se produjo el fallecimiento. Sólo se sabe que ingresó ya cadáver en el tanatorio del aeropuerto de Bagdad, a una hora de camino de la sede de la ONU, a las 19.30, por lo que debió morir "pocos minutos después" del atentado, según fuentes de la representación española en la Administración anglo-estadounidense. En Irak no se le practicó la autopsia, que finalmente se hará esta mañana en el tanatorio de Rota (Cádiz), lo que ha obligado a retrasar la incineración.

"Los enfermeros le pusieron suero y le suministraron unos calmantes. Debieron pensar que no estaba tan grave", explicó la misma fuente. "En esos momentos de gran nerviosismo, tras un atentado brutal con muchos heridos, algunos de ellos gravísimos, los equipos de emergencia realizaban un primer examen y decidían la prioridad de cada caso y el medio adecuado para evacuarlos", agregó. "Al capitán de navío español le dejaron sobre una camilla, pero poco después su estado empeoró súbitamente y falleció. Cuando le sacaron de ahí ya estaba muerto. Estoy convencido de que no llegó a subirse a la ambulancia. Del lugar del atentado lo condujeron al tanatorio de la base norteamericana del aeropuerto, que es donde llevaron a los muertos, fueran civiles o militares. El cuerpo de Manuel estaba en el mismo lugar que el de Sergio Vieira de Mello [jefe de la misión de la ONU en Irak]", añade.

Los graves en helicóptero

Junto al hotel Canal, sede de Naciones Unidas, los sanitarios depositaban en el suelo las camillas cargadas de heridos. Dos helicópteros con el anagrama médico en el frontal esperaban con el rotor en marcha y las puertas abiertas. Eran el medio de transporte de los heridos más graves. Una ringlera de ambulancias con las luces azules de emergencia encendidas aguardaba su turno para cargar heridos. En ellas viajaban los más leves. El desconcierto en medio de gritos y lágrimas era absoluto.

El encargado de negocios, y embajador español en funciones, Eduardo de Quesada, tiene la misma versión: "Murió esperando su turno para la evacuación. Nadie se debió de dar cuenta de la gravedad de su caso porque al parecer estaba consciente y podía hablar. No debieron de pasar ni dos horas desde el atentado hasta su muerte. Todo sucedió muy rápido y no hubo tiempo de reacción. Nosotros creíamos que había sido herido y trasladado a algún centro médico. No nos enteramos de su muerte hasta el día siguiente".

El diplomático Miguel Benzo, responsable de la coordinación entre la Autoridad Civil Provisional (CPA) y Naciones Unidas, y que era el jefe de Manuel Martín-Oar, cree que del parte médico se desprende que "murió en pocos minutos" y no horas, un hecho que los militares y diplomáticos españoles que trabajan Bagdad no pudieron conocer hasta ayer. Esa falta de información generó un vacío de 19 horas en el que nadie sabía el lugar exacto donde había sido llevado.

En contra de todas estas versiones, el Ministerio de Defensa aseguró ayer en una nota oficial que, "hasta el momento en que fue trasladado, [Martín-Oar] mostró una gran serenidad y manifestó encontrarse tranquilo". Según la nota, el capitán de navío "fue evacuado en ambulancia por un equipo sanitario de las Fuerzas Armadas norteamericanas junto a otras víctimas para ser trasladado a un centro de clasificación de heridos en Bagdad". Un portavoz de Defensa aseguró que el militar estuvo acompañado hasta que subió a la ambulancia y murió en el trayecto al centro de clasificación de heridos.

Benzo, que era amigo desde 1996 y compañero de piso del capitán de navío, recorrió desesperadamente en la madrugada del miércoles diversos hospitales en busca del español que se creía herido. "Nuestra gran preocupación era no dejarle solo toda la noche en algún hospital, por no saber en qué condición se encontraba, y porque aquí los medios hospitalarios son muy limitados", declaró ayer a la Cadena SER antes de subir al avión que trasladó a España el féretro de su amigo. Benzo estuvo hasta las cinco de la mañana yendo de un lugar a otro en busca de Martín-Oar. Le acompañaron los cuatro geos de la Em-bajada española, cuya misión es la protección de la legación diplomática. El embajador permaneció en la residencia.

El teniente general Luis Feliú Ortega también salió esa noche en busca de noticias. A esas horas rige el toque de queda en Irak y los estadounidenses prohíben circular. Según el embajador De Quesada, ese grupo de cinco personas, cuatro de ellas armadas, no llevó escolta militar estadounidense.

El error sobre el estado de Manuel Martín-Oar partió del informe verbal suministrado por Ricardo López Oribe, quien trabaja para la CPA en Basora. Este español se encontraba en el edificio de Naciones Unidas en el momento de la explosión. Resultó ileso y al salir vio al capitán de navío tendido en el vestíbulo. Eran las 16.55 en Bagdad. López Oribe fue el que le aplicó un torniquete en el brazo en que las heridas parecían más serias, le limpió el rostro de restos de yeso y ladrillo y consiguió ayuda de unos camilleros norteamericanos con casco y chaleco antibalas. Los enfermeros le informaron que le iban a evacuar en ambulancia, algo que al final no ocurrió.

El ingeniero, sin experiencia médica, pasó esa nueva optimisma al encargado de negocios. Según De Quesada, el ingeniero le dijo que el militar estaba consciente y que podía hablar. El Ministerio de Defensa en Madrid dedujo de esa información que las heridas eran leves. El embajador en funciones dijo a EL PAÍS el miércoles a mediodía que Martín-Oar había sido localizado vivo: "Tiene heridas graves en un brazo con pérdida de masa muscular y algunas venas colgan-do, pero está fuera de peligro".

El teniente general Luis Feliú había sido avisado por los estadounidenses dos horas antes de que una persona con el nombre del militar español se hallara en el tanatorio de la base del aeropuerto. Feliú, tras viajar al lugar, identificar el cadáver y poner en marcha los trámites legales para la repatriación, telefoneó al embajador. Eran las dos de la tarde del miércoles. La noti-cia de la muerte de Martín-Oar era oficial.

"Esta ciudad es un caos absoluto; es muy difícil moverse de un lado a otro. Y desde luego no está preparada para responder a una situación de emergencia como la del martes con más de 100 heridos y numerosos muertos", indicaron las fuentes consultadas. "He tratado de revisar lo ocurrido con ojos críticos, pero no veo ninguna negligencia. Esto es algo que puede ocurrir en cualquier sitio. Manuel Martín-Oar debió tener algún tipo de derrame interno en el cerebro debido a la fuerza de la onda expansiva y que no era visible en un examen de urgencia". De Quesada apunta: "Desde el hotel Canal al hospital de la base estadounidense del aeropuerto hay por lo menos una hora de automóvil. Aunque le hubieran metido en seguida en una ambulancia no hubiera dado tiempo salvarle la vida. Así se lo hemos explicado a su hijo y lo ha entendido".

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