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Calendario / 6 de agosto de 1977 | HUMOR
Columna
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El teniente Hondo

Tiene razón el teniente Hondo, el protagonista de Los hombres de Harrelson: en España los intelectuales opinan demasiado sobre la televisión, que no es más que entretenimiento. La verdad es que, con tanto como ven la tele, no se sabe cómo llegaron a intelectuales. La polémica sobre si Los hombres de Harrelson incita al fascismo a Hondo le parece demasiado profunda. Hondo es más superficial. Eso de intentar comprender al delincuente y ponerse en su pellejo... Hondo no lo ve. Salió Hondo en Telerradio y pidió a los intelectuales que se metan en sus cosas y dejen la tele en paz.

Fijémonos en el caso de Luis Torrijos, el último grapo, detenido esta madrugada. Tras un tiroteo con la policía, Torrijos decidió refugiarse en una vivienda, secuestrando a los siete miembros de la familia. "Soy el combatiente de los GRAPO huido de la policía", les dijo, para presentarse, sin tono amenazante alguno al parecer, como si para la familia hubiera de resultar lo más normal del mundo. "Ah, pues pase y siéntese a la mesa, junto a Antonio Machín". "¿Pero no murió ayer?". "Por eso, por eso".

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Al cabo de un rato sonó el teléfono. Era Sol Álvarez Coto, periodista de EL PAÍS, que estaba llamando a todos los números del edificio, hasta dar con el 260 68 52. "Un momento, que ahora se pone el señor terrorista", le dijo una mujer, pasándole el aparato a Torrijos.

Entre una cosa y otra, Torrijos decidió que, para entregarse, tenían que venir a verle Enrique Tierno Galván y Sol. Dicho y hecho: no sólo se entregó, sino que se despidió de la familia dando un beso a la abuela y dejando un mensaje para la posteridad: "Éstos están tan oprimidos como yo". Sí, Torrijos, sí, y encima a éstos se les presenta un tío armado en casa. O sea, que doblemente explotados, como obreros y como asaltados por un liberador de obreros.

El teniente Hondo hubiera entrado en la casa a gritos repartiendo tiros, hubiera herido a tres, matado al grapo y, al final, también, hubiera dado un beso a la abuela. Una abuela enternece lo mismo a Hondo que a Torrijos que a un crítico de televisión.

-¡Para entregarme exijo que venga Tarradellas!

-Es que está en el exilio y tardaría mucho.

-Pues que lo traiga Ángel Nieto en moto.

-Es que precisamente este año Nieto va con Bultaco y no le tira bien.

-Pues a ver quién puede venir a liberar a esta pobre familia oprimida como yo. ¿Gutiérrez Mellado?

-Se ha ido a la Costa Brava con Suárez.

-¿Y para qué?

-Yo qué sé. Irán al festival de rock de Canet, a un recital de la nova cançó esa, o a preparar la autonomía, quién sabe.

Torrijos tuvo que conformarse con lo que había: un diputado de la oposición y una periodista con boli y cámara de fotos para inmortalizar el beso a la abuela y el momento en que colocaban las esposas a Torrijos, mientras Martín Villa, en su despacho, suspiraba de alivio, daba los GRAPO por desarticulados y se ajustaba por enésima vez las gafas en la nariz. Todo por no hacer caso a Francisco Umbral, que en su Diario Snob le aconseja sumergir las patillas en agua caliente para ajustarse la montura. Queda raro un ministro del Interior al que se le caen las gafas. Queda como intelectual. Eso al teniente Hondo no le gustaría nada.

Luis Torrijos, miembro de los GRAPO, se entrega, sin oponer resistencia, en presencia de Tierno Galván.
Luis Torrijos, miembro de los GRAPO, se entrega, sin oponer resistencia, en presencia de Tierno Galván.

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