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Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

UN ADAGIO SOBRE EL 11-S PARA SALZBURGO

La tragedia de Nueva York cambió la orientación que Cristóbal Halffter pensaba dar al encargo del festival de Salzburgo. El compositor estrena hoy, con la Filarmónica de Viena, 'Adagio en forma de rondó', una obra agridulce pero esperanzada.

Jesús Ruiz Mantilla

Fue una mezcla de sensaciones encontradas, las que experimentó el compositor Cristóbal Halffter el 11 de septiembre de 2001. Había empezado a componer un rondó alegre, jovial, un divertimento que le había encargado el Festival de Salzburgo. Pero no pudo seguir; al menos en ese tono desenfadado... Volvió a empezar y el estado de ánimo le llevó hacia un camino agridulce, rumbo a este Adagio en forma de rondó que se estrena hoy por la Orquesta Filarmónica de Viena en el escaparate más glamuroso y de mayor nivel en la música mundial, en Salzburgo.

Halffter es de esas personas que ven la historia pasar. Está ojo avizor y se compromete. Se mojó en el asesinato de los jesuitas en El Salvador, lloró con música la pérdida de su amigo, Jon Sobrino, compuso la cantata Yes, Speak out para el vigésimo aniversario de la Declaración de Derechos Humanos, en 1968, por encargo de la ONU y hoy es capaz de incomodar las conciencias de los dirigentes con un discurso, que reivindica la necesidad del arte y la cultura frente al desprecio sistemático que éstas sufren.

"Mi impresión es que te pasas la vida componiendo una sola obra, que todo lo que haces persigue un único fin"

Por eso tiene mucho que decir con su música acerca del nuevo mundo que emerge de las cenizas y el metal achicharrado de las Torres Gemelas: "Creamos de la abstracción pero no podemos vivir ajenos al entorno, a las cosas gordas. No estamos al margen de la sociedad y somos vitales para su desarrollo", asegura Halffter. Por eso el músico toma la palabra, o en este caso, el aire, el sonido, la nota para transmitir sensaciones de convulsión, pero deseos de paz. Esa mezcla es el Adagio en forma de rondó, una obra de un tiempo, "agridulce pero esperanzada", dice él, que dura unos 28 minutos, está escrita en una partitura de 63 páginas para orquesta con piano y arpa, muy centrada en las cuerdas, y hoy dirigirá el ruso Semyon Bychkov, al frente de la Filarmónica de Viena.

El discurso de Halffter sobre el nuevo mundo es claro. "Han pasado dos años desde el ataque a Nueva York y no se ha sabido reaccionar ante un hecho nuevo, ante un acontecimiento que inauguraba una época. Aquel día cambió el mundo y las recetas del antiguo no sirven. Ése es el problema, no se pueden curar los males de hoy con recetas de ayer". ¿Y cuáles son esos calmantes del pasado? "Que los dirigentes se empeñen en seguir pensando en términos de buenos y malos, como si esto fuera una película del Oeste". El vaquero número uno tiene nombre: George Bush. "No es un líder que esté a la altura de lo que se necesita hoy", afirma. "Frente a una cultura que produce personas capaces de inmolarse no puedes armar guerras, hay que esforzarse en la educación, el conocimiento recíproco de las culturas, reconocerse mutuamente ciertos derechos, no atacar sistemáticamente a quien sea".

Tiene fe en los valores de la civilización occidental, pero no en cómo muchos los quieren esparcir. "Creo en un tronco inamovible que empieza en Grecia, sigue con el derecho romano, con la cultura del cristianismo, por supuesto en la que predica los valores del humanismo, y en esa evolución que después hace caminar juntos a la ciencia y al arte, eso es la civilización", afirma.

También en la lucha por la utopía, con la que él ha cabalgado con su única ópera hasta el momento, su Quijote, que fue estrenada en el Teatro Real en el año 2000 y que acaba de grabar en disco con su hijo Pedro como director para el sello Glosa. "En España persisten muchos de los valores mencionados, pero uno de los más importantes es ese idealismo que encarna el Quijote, símbolo de algo nuestro", añade.

Pero El Quijote no es importante sólo para Halffter por ser uno de los más auténticos mitos de Occidente. También lo es porque surge en una época cultural que ha sido irrepetible en España con respecto al arte, las letras y también en la música. Fue cuando los compositores, según él, ponían en la balanza los mismos gramos de inspiración creativa que de ciencia, algo que después se perdió e hizo entrar a la creación musical española en decadencia. "La música es arte y es ciencia. Morales, Victoria, Cabezón, los compositores de los siglos XVI, XVII sabían perfectamente que era así, tampoco es casual que por esa época se construyera El Escorial. Después se despreció la vertiente científica de la música y nada fue igual".

Por eso, quizá, los miembros de la generación del 51, portadores de la vanguardia en España en el siglo XX, entre los que están él, Luis de Pablo, Carmelo Bernaola o Antón García Abril, se obsesionan por volver a enseñar física y matemáticas a los músicos. Es un detalle que parece sencillo de resolver, pero que si se pierde es la ruina. De ahí sale lo que diferencia lo efímero de lo eterno en música, según Halffter: "Es una mezcla de sensibilidad e intelecto. El arte de la fuga, de Bach, nunca pasa, lo escuches en el momento que lo escuches, atrapa". No sería mal destino para Adagio en forma de rondó que nace hoy en Salzburgo y que pasa a hacerse un hueco entre las más de 100 obras de Halffter: "Creo que te pasas la vida componiendo una sola obra, que todo lo que haces persigue un único fin".

Cristóbal Halffter, durante un ensayo ayer en Salzburgo con el director de su obra, el ruso Semyon Bychkov. 

/ CHARLOTTE OSWALD
Cristóbal Halffter, durante un ensayo ayer en Salzburgo con el director de su obra, el ruso Semyon Bychkov. / CHARLOTTE OSWALD

Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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