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MI AVENTURA | EL VIAJERO HABITUAL
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Rascacielos de San Gimignano

VERÓNICA se sitúa entre las dos torres más altas, unas torres gemelas, para que le tome una fotografía; la imagen recuerda a una turista en un Nueva York medieval, y es que, en cierto sentido, así es la localidad italiana de San Gimignano. Durante la Edad Media, las familias, en clara competición por saciar su megalomanía y ansia de fama y poder (falso poder a veces, simple apariencia), competían en levantar la edificación más alta. Como si de torres de Babel se tratara, la mayoría de ellas cayeron al intentar tocar el cielo o perecieron al paso de los años; sin embargo, otras muchas sobreviven hasta la actualidad, dando lugar a esta espectacular configuración de ciudad moderna, a este viejo pueblo ubicado en plena región de la Toscana.

Desde lo alto de la torre más alta, la torre Grossa, se divisa esta región de campiñas y prados, delgados cipreses que bordean caminos que llegan a novelescas fincas medievales y pequeñas colinas que rompen con suavidad un terreno casi llano. Una zona privilegiada de Italia repleta de vino, olores y colorido.

Llegamos en tren hasta Pogibonsi y, desde allí, un autobús nos llevó hasta San Gimignano. Dicen que Dante se inspiró en estos pueblos (la propia San Gimignano y el vecino Monterrigioni) para hablar de las murallas de su averno en la Divina comedia, y, desde luego, no sorprende al ver el perfil de algunos lugares de la zona. Al volver la vista atrás desde la carretera, camino ya de Pisa, pude vislumbrar una silueta tan curiosa como espectacular y pude reír al imaginar que escapaba de Wall Street en vez de un pintoresco pueblo medieval italiano.

Algún tiempo después vi la película Té con Mussolini, rodada entre Florencia y San Gimignano, y tuve que explicar a mis amigos que no se trataba de un decorado, sino de un enclave real, un Manhattan medieval perdido entre el sosegado paisaje de la campiña toscana, por muy inimaginable que para ellos resultase esta descripción.

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