"Detrás de la barra te olvidas de los problemas"
Vicente Latorre, de 69 años, ha decidido hacer "un viaje del Inserso" tras pasar 62 de ellos detrás de la barra de un pequeño bar. Sus fieles clientes celebraron esta semana una emotiva fiesta de despedida para rendir homenaje a este hombre discreto que ha visto pasar a seis generaciones distintas por su establecimiento, que hace esquina con las calles de Avellanas y Cavillers, en pleno centro de Valencia. Rodeado de iglesias, muy cerca del Palacio Arzobispal, de la Consejería de Economía, de la antiguas sedes de la extinta UCD y de la empresa Difusora de Cultura, donde jóvenes socialistas y comunistas celebraban reuniones clandestinas, de la redacción de la combativa Cartelera Turia, de la empresa de publicidad de Vicent Ventura... Gente muy dispar a la que sirvió su excelente café, o sus "piscolabis" que mantenían en pie a los antifranquistas reunidos durante horas.
"Detrás de una barra", con el trajín continuo de gente, "te metes en la faena y te olvidas de los problemas; sólo vuelven a la cabeza después", comenta Vicente, quien reconoce su carácter reservado, al contrario que su extrovertida mujer, Pilar, que le ha acompañado en el bar más de 40 años.
"Claro que echaré mucho de menos a toda la gente; más que clientes son amigos, y algunos de hace más de 30 años", dice aún detrás de la barra, mientras enseña a los clientes los fotografías de la reciente fiesta. Sentada en un taburete, una clienta corrobora sus palabras: "Esto no es un bar, sino un sitio de tertulias, de amigos". En una de las fotos aparece el concejal de Urbanismo, Miquel Domínguez. "Es amigo de mi mujer, que va a misa todos los días y a primera hora; ahí lo conoció".
Vicente recuerda cómo tenía que poner una chapita por cada consumición en lo que se llamaba postulación de auxilio social. "Venían los de Falange a revisar. Malos tiempos aquellos. Por cada vasito de vino, una postulación, de 30 céntimos o de una peseta".
Los tiempos, desde luego, han cambiado. "Hoy en día, sobre todo la juventud, es mucho más educada. Ahora también se pide mucha agua mineral, con eso de que la gente no quiere engordar y con todo lo que se dice, que si el hígado, que si...". "Antes la gente salía de trabajar, venía a jugar al punyet y se apostaban el porrón; cuando llegó el 600 y la tele, se acabó eso de cerrar a las 11.00 o las 11.30 de la noche". Con el tiempo, Vicente y Pilar ganaron en calidad de vida. Empezaron a cerrar a las seis. Su hija, ingeniera, les ayudaba a veces en el bar.
La democracia fue bienvenida. Entonces "los curas con sotana" empezaron a entrar en el bar, abiertamente, pero también hubo sobresaltos difíciles de olvidar. "Se me ha quedado grabado el mensaje de Milans del Bosch el 23 de febrero. Lo oí por la radio y tuvimos que cerrar. En la plaza del Ayuntamiento me encontré con uno de la Turia, que era del PCE, y cuando se lo conté me dijo: 'voy a esconderme'. De camino a casa, vi los tanques en la calle". Lo recuerda con expresión seria, que rápidamente cambia cuando un cliente le pregunta por su nueva condición de jubilado. "Bueno es una etapa más de la vida", responde.
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