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Tribuna
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Agoreros

Cuando Ramón Jáuregui sacó a relucir, con la buena voluntad que siempre le supondré, el arriesgado y heterodoxo tema de las soberanías compartidas, no esperaría legitimar el disparate del estatuto de libre confederación que está perfilando Ibarretxe. Ponía como ejemplo de las soberanías compartidas el juego de las muñecas rusas, las matriuskas, en el que una muñeca de superior tamaño hace de caja de la inferior. Lo que Jáuregui no previó fue que una de las muñecas pequeñas, Euskadi, fuera inchable, talla x-l una vez inflada, y que hiciese estallar todo el juego. Esto ha pasado con el Plan Ibarretxe.

Porque el proyecto de estatuto para la libre asociación de Euskadi con España no es simplemente un borrador para la proyección separada del País Vasco, es un documento que liquida no sólo el Estatuto de Gernika sino, también, la Constitución española. Impone unilateralmente una relación confederal de Euskadi con España, pero, también una constitución confederal en España. No sólo promueve el proceso separatista entre los vascos, obliga a ese mismo proceso al resto de los españoles que ni lo querían ni lo deseaban. Todo, todo este complejo y ampuloso artilugio, descarada pretensión, por mantener abierto un portillo en la UE. Si para mantenerse en la UE uno no puede separarse del Estado, hagamos de éste un Estado confederal.

Una constitución confederal no es ajena a una previa concepción ideológica y a un modelo social. Si no es una anécdota que las tropas expedicionarias españolas a Irak vayan con una insignia de la cruz de Santiago Matamoros (tradición militar), tampoco lo es que este proyecto constituyente desde un nacionalismo etnicista, segregador, y victimista auspicie la fórmula confederal más privativa y menos igualitarista. Resulta una guasa que lo único que perviva de la Constitución y del Estatuto sea la designación del lehendakari por su Majestad el Rey. El viejo pacto con la Corona, el carlismo sin don Carlos de nuevo (tradición política).

Y a pesar de todo no es la constitución definitiva. De nuevo es sólo una etapa hacia la independencia. Cuando la "territorialidad" esté resuelta, es decir, Navarra y los territorios de la República francesa incorporados, vendrá el proyecto definitivo y el nombre de Euskadi será sustituido por el de Euskal Herria. Aunque las instituciones españolas en un ataque de enajenación cediesen, han de saber que tampoco esta vez es la definitiva.

Los agoreros y los profesionales de la crispación tenían razón cuando avisaban de lo que se cernía después del Pacto de Estella. Y, aunque en el último momento se suavice en alguna cuestión el borrador que conocemos, con la intención de que los "progres" vuelvan a dejarse engañar, las cuestiones fundamentales ya están sobre el tapete y no hay marcha atrás. O los principales partidos se lo toman en serio, en una coherente unidad de acción, y el Estado se muestra firme, o las consecuencias del proyecto de Ibarretxe van a provocar un largo e innecesario daño. Es de esperar esa firmeza y que el proyecto de confederación pase de moda cual la canción del verano. Lo que hay que agradecer es que las cosas estén tan claras.

Sin embargo, existen posturas que no van a favorecer en nada la firmeza del Estado. Se equivoca Carmen Chacón, y los numerosos socialistas que lo repiten cual consigna, cuando dice que lo prioritario es acabar con ETA. No es cierto, lo prioritario es reforzar la convivencia democrática, soldar la unidad constitucional, relanzar el Pacto por las Libertades, condición previa y necesaria para que ETA desaparezca. Porque el Estado, y lo sabemos por la desgraciada experiencia de estos veinticinco años de azote terrorista contra la democracia, puede soportar la existencia de ETA, incluso se refuerza, y puede reducir su capacidad criminal al mínimo.

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Lo que no puede soportar es un reto como el del Plan Ibarretxe porque éste dinamitaría la Constitución. Por lo tanto, lo que los agoreros solicitaban, la unidad del PP y del PSOE, va a ser absolutamente necesaria. Además, para tranquilizar a los sectarios, no es cierto que esa unidad en defensa de la convivencia política le dé votos al PP, sólo se los dará si el PSOE no la apoya.

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