Diwaniya sólo espera luz y agua
Los habitantes de la zona de Irak donde se desplegarán las tropas españolas tienen graves carencias
En la base ARCT-5 de los marines en Diwaniya el sol cae a plomo. Cuando sopla una brisa, se mueve un aire de fuego. No hay combates ni atentados en la futura zona de los soldados españoles. Parece un lugar empobrecido y seguro. El único incidente en cuatro meses y medio fue una bala perdida en los festejos por la muerte de Uday y Qusay, los hijos de Sadam Husein, que hirió en un pulmón a un militar estadounidense. Tres marines armados montan guardia en el acceso fortificado del cuartel. Llevan casco y chaleco, pero apenas sudan: se han acostumbrado a este clima infernal. Son de la 1ª División de Infantería, una de las unidades de élite que llevó el peso de la guerra contra el régimen de Sadam.
"Los españoles sólo deben aplicar la ley y respetar la religión", explica un imam
Algunos, como el teniente Samuel Rosales, descuentan los días que faltan para la llegada de los españoles. "Cuando vengan, nos vamos a casita", dice con una sonrisa. Es el enlace, el que debe resolver los problemas del relevo escalonado que tendrá lugar durante el mes de agosto. "Esperamos a los 60 primeros el 30 ó 31 de este mes".
Un destacado responsable político chíí en la provincia advierte: "Las tropas no pueden quedarse mucho tiempo. Sólo hasta que tengamos un Gobierno elegido, no uno designado como ahora. Hablo de meses, no de años".
En el zoco de Diwaniya, ciudad situada entre Bagdad y Basora, en plena zona chií, la gente se arremolina en los puestos de venta. Algunos se cubren la cabeza con turbante y yechmaj (doble cordel negro con el que se sujeta el turbante), que es el signo de la dignidad. Apenas se ven mujeres deambulando y las que caminan van envueltas en un chador negro. No hay trabajo ni dinero visible. Muchos curiosean entre las mercancías, charlan, fuman y beben té en espera de mejores tiempos.
No saben demasiado de España, pero tararean parte de la alineación del Real Madrid. "Los americanos son una fuerza de liberación, pero hay muchas cosas que no funcionan en Diwaniya", se queja Musulim Mohamed. "Queremos que patrullen también de noche para evitar los robos", añade.
Alí Yasir es albañil en paro y también está agradecido a Estados Unidos. "Los españoles tienen que arreglar la electricidad y el suministro de agua". Los demás asienten como un coro mecanizado. Aguil Naser es el único del grupo que critica a los extranjeros. "No han hecho nada. Han echado a Sadam, pero su gente sigue en sus puestos. El 85% de la policía es baazista".
El teniente Rosales admite el problema: "Creamos una academia de policía. Cada cinco días entran 300 y graduamos a unos 240. Debemos llevar unos mil. Algunos ya eran policías, pero eso es inevitable, no se puede crear un cuerpo desde la nada. Les damos clases de comportamiento y vigilamos su trabajo. Si se mezclan en asuntos de corrupción, los expulsamos. Es un proyecto importante y espero que los españoles lo puedan continuar". Pero en el zoco los amigos de Alí Yasir denuncian que las viejas costumbres del soborno no han desaparecido entre los agentes, y que es necesario abonar un sobreprecio para obtener gasolina.
Levantamiento chií
En Diwaniya estalló en 1991 el levantamiento chií contra Sadam. Panfletos lanzados desde aviones estadounidenses, vencedores de la primera guerra del Golfo, les invitaban a la rebelión. Aquí, en Kerbala, en Nayaf y en otras ciudades chiíes se produjo un alzamiento popular que fue reprimido por los carros de combate de la Guardia Republicana. Nadie acudió en su ayuda. Ni Estados Unidos ni el Reino Unido. A diferencia de los suníes del arco que forman Bagdad, Ramadi y Tikrit, donde anida el odio al invasor y se suceden los atentados guerrilleros, en el sur de Irak quieren que las tropas extranjeras se queden.
Al Dawa (Invitación Islámica), el partido chií que más combatió al régimen y que más muertos y desaparecidos cuenta entre sus filas, tiene una fuerte implantación en Diwaniya. Sayed Muhsen, su responsable en la provincia, se sienta, como si fuera una venganza simbólica, en la sala de la sede del antiguo Baaz. "No podemos estar contra el Ejército ocupante, porque es bueno para el pueblo, pero las tropas no pueden quedarse mucho tiempo". Y añade: "Es una provocación que los americanos patrullen por la ciudad; queremos que salgan de Diwaniya [como sucede en las ciudades santas de Kerbala y Nayaf], y espero que los españoles no cometan el mismo error".
Muhsen se queja de la inseguridad, lo que es una contradicción con su exigencia de que los militares no entren en la capital de la provincia de Al Qadisiya. "Deben crear una policía y un Ejército iraquí, pero van mal encaminados. Hay que formar una Administración local y no el consejo de Gobierno, que no representa a nadie".
Al Dawa, como otros partidos chiíes, se queja de que los estadounidenses no los tienen en cuenta. "Vienen a vernos, hablan, prometen y no cumplen nada". Muhsen pide milagros a los españoles. "Si quieren ganarse a la población, restauren la electricidad, pues sin luz no hay empresas ni trabajo, y el agua. Si consiguen estas dos cosas, serán muy queridos".
Abdul Reda al Akani es el presidente de la Asociación de Ex Presos Políticos de la provincia de Al Qadisiya. "En Diwaniya tenemos listados 8.000 desaparecidos. La represión fue brutal. Los americanos hablan de los horrores de Sadam, pero no ayudan a investigar lo ocurrido ni a perseguir a los culpables. Sin justicia no habrá reconciliación". A su lado, Nazem al Awdi da las gracias a José María Aznar por haberles liberado del dictador, pero quiere que las tropas españolas no se dediquen sólo a patrullar o a estar en el cuartel. "Es importante que nos ayuden a reconstruir. En un país con petróleo hay carestía de gasolina".
En la mezquita abasida de Iben Alkadum, el imám Sayed Yalil Salmán apoya a los estadounidenses, a los que califica de libertadores. "Cuando vienen a verme se quitan el chaleco y las armas. Son muy respetuosos. Las relaciones con los españoles serán mejores; existe una relación histórica que les permitirá entender nuestras costumbres. Además, ustedes no han disparado ni matado a nadie. Vienen después de la guerra. Sólo deben aplicar la ley y respetar nuestra religión", sostiene, en un tono mitad consejo y mitad advertencia. ¿Y cómo se respeta el islam? La respuesta es clara: "Nada de alcohol en público, nada de piropear a las mujeres; no es posible registrar las mezquitas ni los hombres deben cachear a las mujeres. Una soldado sí, pero nunca un varón, aunque sea iraquí. Es una falta de respeto". El jefe de Al Dawa repite consejos imilares: "Los españoles deben tratarnos de forma civilizada. Los americanos tumban en el suelo a los detenidos y les pisan la cabeza. Si crearan un consejo paralelo con representantes religiosos, de las tribus [Musuwi y Hasani] y de los partidos, podríamos enseñarles y resolver problemas. Con los americanos esto es imposible, tienen la enfermedad del orgullo".
En una calle de Diwaniya, desierta por la solana de 50 grados del mediodía, una patrulla de los marines registra cansina un automóvil desvencijado que resulta sospechoso. En el zoco, un hombre joven exhibe productos indescriptibles que parecen un baratillo de todo a cien. "Buscan armas", susurra al oído del periodista, "pero no las van a encontrar; las tenemos escondidas en las casas y en los huertos, dispuestas a usarlas si fuera necesario". ¿Cuánto vale una granada o un Kaláshnikov? El hombre se desternilla: "Conozco bien ese plan, queréis comprarnos todas". Uno de los marines que participaban en el registro del coche se cruza con el extranjero y se alegra de ver un español en Diwaniya. "Les estamos esperando. Es el destino más seguro de todo Irak".
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