Bayreuth abre su festival con un brillante 'Holandés errante' en clave psicoanalítica
Éxito rotundo de la propuesta escénica de Guth y la cuidada dirección musical de Albrecht
Ni rencillas familiares por la sucesión ni nada. Cuando la engrasada maquinaria artística de Bayreuth se pone a funcionar, lo demás debe pasar a segundo término. La espectacular puesta en escena de El holandés errante de Claus Guth, en clave de psicodrama y a la vez de homenaje al cine, y la intimista y perfectamente sincronizada dirección musical de Marc Albrecht, junto con un adecuado reparto de voces, cosechó en la apertura del festival un éxito sin fisuras: apenas algún abucheo aislado, pronto acallado por una mayoría encandilada.
La demanda sigue superando a la oferta en este gran 'templo' wagneriano
Wagner dejó claro cómo quería las cosas, pero la historia ha pasado por encima
Hoy, una segunda renovación parece inevitable: la de considerar esta herencia como motor de nueva cultura y no sólo como culto a la memoria. Eso sólo puede conseguirse de forma crítica, aceptando que si Wagner fue un compositor extraordinario, no pasó de ser un poeta menor y un director de teatro ceñido a su tiempo. Valorarle en toda su complejidad sólo puede pasar por considerar la "obra de arte total" que él teorizó como hija del idealismo romántico. En cambio cabe atribuirle un mérito mucho mayor: el de haber abierto las puertas a la Zukunftmusik, la música del porvenir. No la que él imaginó, ciertamente, sino otra sobre la que influyó a partir de Tristán de manera definitiva. Contrariamente a lo que cierta vieja guardia todavía pueda pensar, un Moisés y Aarón en Bayreuth acaso constituiría el más generoso homenaje que podría tributarse al maestro Richard Wagner en la actualidad.
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