Calcinados ocho coches en un aparatoso incendio en un aparcamiento del paseo de Gràcia

A sólo tres días del inicio de los Juegos Mundiales de Policías y Bomberos, el comentario no tardó en correr de boca en boca: ¿y no será la primera prueba que deben superar los bomberos? Socarronería aparte, no lo tuvieron nada fácil los bomberos para llegar a la cuarta planta del aparcamiento de la empresa Saba donde ayer por la mañana se declaró un incendio que calcinó ocho vehículos.

El fuego fue atacado desde dos de los accesos al aparcamiento por los equipos de bombros, que trabajaron en completa oscuridad debido a la intensa humareda negra. En estos casos, los profesionales bajan de dos en dos equipados con bombonas de oxígeno y, a tientas, la manguera se convierte en la "guía de vida", en el argot del cuerpo.

Los bomberos soportaron temperaturas infernales. El techo de la cuarta planta alcanzó los 700 grados, según explicó uno de ellos mientras descansaba y bebía abundante agua ya en la calle. Después de que los dos equipos coincidieran en el lugar exacto donde se produjo el fuego y lograran apagar las llamas, hubo que rastrear todas las plantas del recinto en busca de posibles víctimas y refrescar y ventilar las instalaciones, según explicó el jefe de bomberos, Antoni Pallarès.

Por la tarde, el efecto del fuego, y sobre todo del humo, era impresionante tanto en el suelo como en las paredes y los techos de las plantas. Cuanto más abajo y más a la altura de la calle de la Diputació, donde ardió el coche que originó el incendio, más ennegrecido estaba. Por no hablar del todavía notable calor y del olor a quemado.

Los clientes del aparcamiento pudieron comenzar a retirar sus vehículos a las cuatro de la tarde. Pese a la gran afluencia, la empresa Saba organizó muy bien el rescate. Primero, los que tenían estacionados los coches en las plantas primera, segunda y tercera: bajaron en grupos, a pie por las rampas y acompañados por personal de la empresa. Más tarde, permitieron entrar a los propietarios de los coches de la quinta planta.

Allí estaba, cruzado en el pasillo y medio fundido sobre el suelo, el Peugot 405 cuyo capó comenzó a echar humo sobre las 10.40 horas. A su alrededor, los otros siete vehículos calcinados y una alfombra de finísmos cristales de los fluorescentes, que no resistieron el calor de las llamas.

Sin más luz que la de las linternas de los empleados, los clientes trataban de localizar sus coches con la esperanza de que estuvieran enteros. Así fue en la mayoría de los casos, aunque quienes los tenían estacionados entre el Peugeot y final del aparcamiento, en dirección al mar, tendrán que esperar para retirarlos a que la policía científica analice las causas del siniestro, probablemente el lunes.

Aplazar las vacaciones o contratar vehículos de alquiler eran las alternativas más comentadas entre los afectados. El resto tenía como prioridad lavar los coches. Al salir a la calle, todos los clientes recibieron vales para llevar los coches a un túnel de lavado. Y aún hubo quien, de buena fe, se disponía a pagar por el tiempo de estacionamiento.