_
_
_
_

El misterio del picor y el placer de rascarse

Una investigación ha mostrado las áreas del cerebro activadas cuando pica una zona del cuerpo

Cuando a uno le pica algo, siente la necesidad de rascarse, pero la ciencia apenas ha comenzado a arañar la superficie del porqué del picor, y cómo hacer que pare. El ciclo picar/rascar se sitúa en el fascinante cruce del placer y el dolor, del reflejo y la compulsión, y ha recibido muy poca atención científica. Hace diez años un pequeño grupo de investigadores internacionales sobre el picor denominó a éste "síntoma huérfano", que estaba "tristemente olvidado".

Pero los nuevos avances están empezando a mejorar el entendimiento científico del picor. Entre otros puntos, se han identificado fibras nerviosas cuya función es la de transmitir la sensación de picor, así como zonas cerebrales que lo procesan y ciertas moléculas que parecen provocarlo.

Se han identificado fibras nerviosas cuya función es transmitir la sensación de picor
Cuando el mosquito inyecta su saliva en la piel, las células de la misma liberan histamina
Al centrarse en la molestia de rascarse, el cerebro termina por olvidar el picor

A quienes sólo sufren ocasionalmente alguna picadura de mosquito esta noticia les dejará impasibles. Pero muchas personas cuyo ciclo picar/rascar se ha visto alterado por sustancias neuroquímicas aún desconocidas convirtiéndose en un suplicio que les deja marcas en la piel y les destroza el sueño, se sienten profundamente frustrados ante la escasez de datos científicos y de tratamientos para los picores.

"Hay muchísima gente que padece picores", afirma Gil Yosipovitch, profesor de dermatología en el Centro Médico Baptista (Universidad Wake Forest en Winston-Salem, Carolina del Norte). Pero es difícil conseguir una financiación para este tipo de investigaciones y los tratamientos efectivos son limitados. "Creo sinceramente que nuestros pacientes se merecen algo mejor", añade Yosipovitch.

Quien dude de su palabra puede visitar su página en internet (www.itchforum.org), donde se ven cinco vídeos de pacientes que sufren dermatitis atópica. Los pacientes, grabados por la noche mientras duermen, se retuercen en la cama y se clavan inconscientemente las uñas en la cara, torso, tobillos y pies, llevados sin duda por un poderoso instinto primario que los médicos no pueden controlar.

El picor es una sensación que conecta la piel, la médula espinal y el cerebro en una especie de enorme carretera neural circular que tiene salidas por todas partes. El picor puede comenzar en cualquier punto del circuito -o incluso en algunos órganos, como el hígado, muy alejados de él- y el proceso puede aumentar hasta convertirse en un intenso círculo vicioso de picar y rascar, empeorando continuamente. En algunas ocasiones, lo único que puede detener el ciclo es encontrar y tratar un problema que nada tiene que ver con la piel.

La picadura de mosquito es una de las pocas causas de picor que los científicos creen entender bastante bien, pero también está llena de incógnitas. Cuando el mosquito inyecta su saliva en la piel, los anticuerpos que luchan contra las moléculas de la saliva hacen que las células de la piel liberen histamina, una sustancia que provoca picor. La histamina hace que los nervios de la piel envíen una señal de alarma al cerebro a través de la médula espinal.

Pero el camino exacto que recorre esa señal y lo que ocurre cuando la alarma llega al cerebro es todavía bastante desconocido. Hasta hace poco, los investigadores pensaban que la sensación de picor viajaba al cerebro a través de los mismos nervios por los que lo hacía la sensación de dolor y que, de hecho, el picor era simplemente una forma atenuada de dolor. Pero muchos investigadores intuyeron que esa suposición tenía que ser errónea. ¿Cómo podían compartir los mismos nervios el picor y el dolor cuando, además de otras diferencias, las dos sensaciones son totalmente distintas y provocan reacciones muy diferentes?

El dolor hace que uno se aparte en el acto de lo que lo provoca, mientras que el picor provoca que uno se rasque. En efecto, en 1997 un equipo de fisiólogos alemanes identificó en la piel un conjunto de minúsculos nervios con anchos tentáculos que parecen estar destinados únicamente al picor. "Descubrir que existía un camino específico para el picor supuso una verdadera revolución", comenta Earl Carstens, neurobiólogo (Universidad de California en Davis). También se está desvelando lo que ocurre en la zona del cerebro destinada a la sensación del picor. Hace unos años, unos investigadores trabajaron con voluntarios inyectándoles cantidades muy pequeñas de histamina bajo la piel, creando la sensación artificial de picaduras de mosquito. Después exploraron sus cerebros con tomografía por emisión de positrones, para visualizar las zonas activadas. Cuando los voluntarios comenzaron a sentir picor, sus cerebros mostraron actividad intensa en las áreas encargadas de las sensaciones, en los sectores responsables de organizar y comenzar el movimiento y en zonas más profundas del cerebro donde se procesan las sensaciones más primitivas de dolor y placer. Es decir, el cerebro no posee un centro del picor específico, sino que el picor parece ser una red neurológica multidimensional que une la sensación y la acción con trasfondos emocionales más profundos.

Y si el picor es un misterio, rascarse lo es más. En su forma básica, la más primitiva, el acto de rascarse es un reflejo que se controla por medio de la médula espinal y que no requiere ninguna acción por parte del cerebro. Pero para rascarse una zona específica es necesario que el cerebro proporcione la estrategia, la fuerza y la coordinación que complementen el reflejo primitivo de la médula. "El gran misterio es la relación entre el camino que sigue el picor y el que toma el reflejo de rascarse", señala Carstens. Ni siquiera se puede responder definitivamente a la pregunta básica de por qué el hecho de rascarse proporciona alivio al picor. La teoría general es que rascarse crea una contrairritación: un ligero dolor que sirve para distraer neurológicamente al cerebro durante un momento. Al centrarse en la molestia que resulta de rascarse, el cerebro termina por olvidar el picor.

Sin embargo, algunas veces puede provocar más picor, explica Yosipovitch, ya que se dañan las capas más externas de la piel, liberando unas moléculas aún no identificadas que desembocan de nuevo en la sensación de picor.

La relación entre dolor y picor encierra todavía más dificultades. Es bien sabido que algunos calmantes potentes, como la morfina, provocan picores, sobre todo si se inyectan directamente en el líquido que baña el cerebro y la médula espinal. Este fenómeno se explica de la siguiente manera: ya que la sensación de dolor parece ser imprescindible en el proceso de disipar el picor, cuando se pierde la capacidad de sentir dolor debido a la morfina y otros fármacos parecidos, puede aparecer un picor insistente.

Hay pruebas que apuntan a que unas moléculas naturales parecidas a las de la morfina que existen en el cerebro, los opioides, también juegan un papel importante a la hora de producir la sensación de picor. Aunque los científicos no acaban de entender este fenómeno, han comenzado a usarlo para combatir algunos tipos de picor crónico para los que no hay otros tratamientos.

Sólo algunos tipos de picor se pueden aliviar con antihistamínicos, porque sólo algunos, como las picaduras de mosquito y las reacciones alérgicas son provocados por una liberación de histamina en la piel. La mayoría de las afecciones, como la sequedad de la piel, el eczema, las infecciones micóticas y la soriasis, no están relacionadas con la histamina y, por tanto, rara vez mejorarán con antihistamínicos.

Los picores también pueden complicar otras enfermedades: son muy comunes en personas que padecen ciertas afecciones hepáticas y renales, incluso después de someterse a diálisis. Diversos estudios han demostrado que los pacientes que sufren picores severos pueden aliviarse con fármacos que contrarresten los efectos de la morfina, que surten efecto al bloquear los receptores opioides en las células del cuerpo. Esto sugierea los científicos que en algunos pacientes el picor puede deberse, al menos en parte, a que hay demasiadas moléculas opioides naturales circulando en el cerebro.

Y si la ciencia todavía está dando trompicones para descubrir el misterio del picor, aún no ha abordado el placer de rascarse. "Nadie ha averiguado por qué es tan placentero rascarse donde pica", dice Yosipovitch.

© The New York Times

En muchas personas el ciclo picar/rascar está alterado por sustancias neuroquímicas.
En muchas personas el ciclo picar/rascar está alterado por sustancias neuroquímicas.ULY MARTÍN

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_