La BBC intenta defender su credibilidad de la ola de críticas por la muerte de Kelly
La Redacción se declara conmocionada por el aparente suicidio de la fuente de sus informes
La muerte del científico David Kelly y la admisión de que era la fuente principal de la BBC en sus acusaciones contra el Gabinete de Tony Blair han abierto un debate nacional en el Reino Unido sobre el papel que debe desempeñar una cadena de radiotelevisión pública en un mundo en el que la información se consume 24 horas al día, siete días a la semana. Y mientras la prensa carga sus tintas contra la corporación pública, la redacción de la BBC se declara "conmocionada" por la muerte de Kelly, pero defiende a capa y espada a la dirección por enfrentarse al Gobierno.
El diario The Guardian ha detectado cierto criticismo entre redactores que hablan bajo anonimato, pero los periodistas defienden en público el papel desarrollado por la BBC. "El ambiente en la redacción es de conmoción y preocupación por la muerte de David Kelly", reconoció a este diario James Landale, corresponsal político de la corporación. "Pero hay que esperar y ver a qué conclusiones llega la investigación. Habrá lecciones para todos, incluida la BBC, que ha de reflexionar sobre la manera en que conduce las noticias. Tiene una reputación mundial que se ha de proteger".
"Todo periodista hubiera difundido la historia de Gilligan, porque era una buena historia. Pero hay interrogantes sobre cómo se tenía que haber difundido", añade Landale, que se interroga sobre el papel desempeñado por la prensa, y sobre todo por el Gobierno, en la difusión del nombre de David Kelly. El corresponsal político excusa a su empresa de una de las principales acusaciones de estos días: que engañó al público al referirse a su fuente como un miembro de los servicios secretos cuando Kelly era un científico dedicado a inspeccionar los arsenales de Sadam Husein en Irak. "La historia original hablaba de un experto técnico", matiza, aunque reconoce que "a veces la BBC hablaba de espionaje, a veces de un experto". Entonces, ¿ha engañado al público? "No puedo contestar a eso", responde.
Helen Wade, periodista y presentadora de BBC News desde 1997, reconoce que en la redacción se vive la crisis "con crispación". "No creo que la dirección se equivocara al enfrentarse con el Gobierno. No es la primera vez que pasa. Ya teníamos broncas en tiempos de Thatcher, aunque no tan gordas como ésta", añade Helen. "La opinión pública ha creído más a la BBC que al Gobierno, y eso seguirá siendo igual", vaticina. "La gente no cree que la BBC haya encubierto ninguna mentira. Si la dirección hubiera tenido alguna duda, no habrían apoyado a Gilligan".
Desconfianza
Ambos creen que la crisis no alterará la manera en que trabajan los periodistas de la BBC, aunque Wade reconoce que las fuentes pueden desconfiar. "Puede que en el futuro inmediato las fuentes nos cuenten menos cosas; se andarán con más cuidado, y, si antes nos contaban cuatro, ahora sólo nos contarán una".
La crisis ha abierto un debate nacional sobre el papel de la BBC, que al competir por la exclusiva corre el riesgo de deteriorar su aureola mundial de credibilidad. Martin Wolf escribe en Financial Times que "el papel de la BBC no es el de acosar al Gobierno. Eso puede dejárselo a tabloides como el Daily Mail. Tiene que ser tan creíble e imparcial como sea posible. Eso es lo que significa servicio público para una televisión".
El ministro para Europa, Denis MacShane, criticó días atrás precisamente ese mismo papel de medio informativamente agresivo que ha adoptado el consorcio público al competir con las cadenas privadas de noticias. "La BBC en la que yo estaba no entendía el servicio público como la difusión de exclusivas forzadas, sino el dar una información basada en la certeza y la lentitud", recordó hace unos días MacShane a un grupo de corresponsales extranjeros.
Peter Preston, ex director de The Guardian, sostiene que la BBC "hizo bien al publicar la historia, hizo bien al no disculparse, hizo bien al resistir el huracán Campbell e hizo bien al no hacer nada que pudiera poner en peligro a su fuente". Pero se pregunta si es adecuado que la BBC se empeñe en "estar hambrienta de exclusivas y controversias de gran calado". "Y, si es así, ¿cómo demonios puede informar de esas controversias de manera equilibrada cuando el asunto en juego es la propia supervivencia de la corporación?".
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