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Reportaje:

Clases para la paz

Cuarenta jóvenes árabes e israelíes aprenden a convivir en Toledo en los cursos de la Universidad de Oriente Próximo

Encuentros, convivencia, discusiones, tolerancia. Los antiguos claustros de la Universidad de Castilla-La Mancha en Toledo se han convertido en estos días en un laboratorio para la integración y la paz. Cuarenta árabes e israelíes

de doce países de Oriente Próximo y el norte de África participan en los cursos académicos de cinco semanas organizados por la Universidad de Oriente Próximo (UME, en sus siglas en inglés). "Todos venimos aquí para encontrarnos y hablar, algunos se abren más profundamente y otros no tanto, pero todos intentamos relacionarnos", dice Zach, un israelí que vive en Tel Aviv y forma parte de una ONG ecologista que lucha contra la contaminación del agua. "Los lazos personales han mejorado mucho desde la primera semana", dice, y añade: "Hemos hecho un grupo de trabajo con un palestino, una libanesa y un egipcio y ha sido estupendo, no sin problemas, pero muy bueno. Espero que podamos seguir en contacto cuando esto termine".

Las aulas muestran la diversidad del encuentro. Decenas de nombres en diferentes lenguas y alfabetos se amontonan en una pizarra. Las mujeres que llevan hiyab (pañuelo) se sientan juntas, al igual que los israelíes. Pese a las diferencias, todos comparten una importante formación profesional y académica, y el ser protagonistas en sus sociedades civiles, especialmente como integrantes de ONG.

Los cursos no escapan a la difícil realidad de la región y la tensión siempre está latente. "Intentamos no hablar de política y sí de cosas de nuestra profesión. Pero también hablamos de política. Lo importante es hablar", afirma Zach. Nader, un palestino de 42 años que vive en Belén, relativiza la posibilidad de profundizar en las relaciones. "Amigos es una palabra muy grande. Aquí no hacemos amigos, aunque muchos podrían convertirse potencialmente en amigos", dice. Nader trabaja para la Asociación Cristiana de Jóvenes de Palestina en la rehabilitación física y psicológica de víctimas de la tortura. Sus ojos serios denotan mucho sufrimiento. "En Palestina es muy difícil estar en contacto con israelíes, por las limitaciones físicas y por la situación de injusticia", señala. "Lo que hacemos aquí es sólo una cooperación profesional", agrega.

Cuando, en 1996, la palestina Hala Tawil y el israelí Ron Rubin, fundadores de la UME, soñaron el proyecto por primera vez en Boston (EE UU) conocían las dificultades con las que se enfrentarían. Lo que no imaginaron es que al cabo de siete años contarían con cursos en EE UU, Marruecos y España, por los que han pasado desde entonces más de 250 estudiantes, todos becados. "Queremos capacitar a la gente de la región para que pueda aplicarlo allí, queremos formar a los líderes del mañana", afirma Tawil. "Los encuentros tienen un gran efecto multiplicador y hay muchas historias de aquellos que volvieron y aplicaron lo aprendido en sus comunidades", dice Rubin.

Una de las premisas de la UME es la excelencia académica, pero basada no en la fría teoría, sino en la práctica intensiva. "Aquí creamos un ambiente de cooperación, pero lo importante es la red que se crea entre ellos", señala Denis Sullivan, uno de sus prestigiosos directores académicos. Tras la primera experiencia del año pasado, España se ha convertido en una de las sedes oficiales de la UME y su principal centro de acción, por su mayor cercanía a Oriente Próximo y por las facilidades para la entrada de los participantes, algo muy limitado en EE UU por las restricciones derivadas del 11-S.

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"Toledo es un lugar que por su historia te enseña tolerancia", dice Karam, un alumno palestino de 23 años que ha pasado 7 estudiando en EE UU. "La religión puede ser un límite pero hay cosas más importantes, como el desarrollo. Tenemos que ser capaces de proyectarnos en el futuro. Los palestinos han sufrido muchas injusticias, mi familia está refugiada en Hebrón, pero es tiempo de perdón y de ir más allá".

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