El imam de Burgos, uno de los diez condenados a muerte en Marruecos
Su esposa, la alicantina Eva María Monfort, asegura que Buchaib Maghder, residente legal en España, es inocente y no es un "terrorista"
"A mi marido le han condenado a la pena capital", cuenta con voz quebrada Eva María Monfort Peiró, una alicantina de 30 años, esposa de Buchaib Maghder, imam de la mezquita de Burgos, al que el tribunal penal de Casablanca condenó a muerte el viernes junto con otros nueve inculpados. Poco antes, las autoridades marroquíes expulsaron a Monfort, que se había trasladado a Casablanca para visitar a su marido en la cárcel.
Cuando oyó a lo lejos las explosiones causadas, el 16 de mayo, en Casablanca, por los kamikazes islamistas, Eva María Monfort se olió que "que el ambiente se iba a enrarecer" y que su marido "acabaría pagando los platos rotos por otros". "Sabía que esos atentados nos iban a perjudicar", afirma.
Su pronóstico fue acertado. Desde esa fecha, fuerzas de seguridad y fiscales marroquíes han endurecido la represión contra los islamistas, empezando por aquellos que se encontraban ya detrás de las rejas pendientes de juicio. Una primera hornada con 31 integristas fue condenada el viernes a 10 penas de muerte y 21 de prisión que oscilan entre 10 años de reclusión y cadena perpetua. Ninguno estuvo involucrado en los atentados de mayo.
Entre los que deberían ir al patíbulo y que han confesado haber asesinado a "enemigos de Dios", figuran dirigentes integristas muy conocidos como Yussef Fikri y Mohamed Damir. Buchaib Maghder, de 35 años, no era tan célebre, pero le ha caído la misma condena por pertenecer a la corriente salafista combatiente y ser cómplice de sus crímenes.
"No es terrorista ni violento, y lo único que le podrían reprochar es practicar un islam ortodoxo", reconoce Monfort, que antes de conocer a su marido ya se había convertido al islam. "Ser riguroso no significa que se vayan a cometer delitos, aunque le pueden haber hecho confesar de todo". "Algunas de las veces que le he visto, está atontado, con los ojos vidriosos, como si le hubiesen drogado". Varios de los acusados denunciaron durante el juicio haber sido torturados durante los interrogatorios.
El vía crucis de Monfort empezó el 29 de diciembre pasado cuando, procedente de Burgos, llegó con su marido y sus dos hijos a Tánger. "Buchaib quería aprovechar las vacaciones de fin de año para que conociese a su familia en Casablanca", recuerda. Fue detenido en el mismo puerto y estuvo desaparecido varios días hasta que, "repartiendo propinas", su mujer logró que un policía le informase de que había sido trasladado a la comisaría de Maariv (Casablanca).
Eva María Monfort, que llevaba dos años casada con Buchaib, decidió entonces trasladarse a vivir a Casablanca, en el seno de la familia de su marido, para "estar cerca de él y luchar por su puesta en libertad". Encontró incluso un empleo como diseñadora industrial, su antigua profesión que había abandonado para regentar una carnicería musulmana en Burgos. "Buchaib también trabajaba conmigo, pero se dedicaba ante todo a la mezquita".
A Monfort le queda ahora la tenue esperanza de que el tribunal de casación, al que recurrirán los abogados, invalide el juicio. También puede confiar, con más motivo, en que desde 1993 no se ha ejecutado en Marruecos ninguna condena a muerte. Algunos condenados esperan desde hace nueve años ser trasladados al patíbulo. El rey Mohamed VI anunció, sin embargo, el 29 de mayo que se había acabado la era de la laxitud en Marruecos, lo que hace temer que la horca vuelva a funcionar.
Además de Buchaib Maghder, residente legalmente en España, otro islamista, Abdelaziz Hichu, de nacionalidad española, será juzgado próximamente en Marruecos por contribuir, con la reventa de coches robados, a financiar la red que perpetró los atentados de Casablanca.
La justicia marroquí ha pedido, además, a España la extradición de dos islamistas detenidos en la Península. Uno de ellos es Abdelaziz Benyaich, de nacionalidad francesa, al que considera directamente implicado en la matanza de Casablanca que causó la muerte de 44 personas, entre ellas cuatro españoles que cenaban en el restaurante de la Casa de España.
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